De sus últimos seis partidos, el Deportivo tan solo ha sido capaz de ganar uno y ni siquiera lo disputó. Esa victoria llegó sin jugar, en el compromiso suspendido contra el Reus, lo que sirve como resumen de la dinámica en la que se ha instalado el equipo de Natxo González. Los números son alarmantes para los blanquiazules, deprimidos por los continuos tropiezos y las malas sensaciones que traslada su juego. El empate del viernes contra el Almería los ha dejado además tiritando en la clasificación, lejos de los puestos de ascenso directo y a una distancia ya preocupante de los aspirantes a asaltar las posiciones de play off. Entrenador y jugadores salen mal parados de un último mes y medio de competición en el que la mirada estaba puesta en los puestos de cabeza. Ahora la vista se desvía más bien hacia el séptimo puesto mientras aumenta el desánimo de una afición que no oculta su descontento y crece la desconfianza hacia Natxo González.

El técnico, señalado. El director deportivo, Carmelo del Pozo, aseguró esta semana que la confianza en el entrenador estaba intacta a pesar de los resultados recientes y garantizó su continuidad pasara lo que pasara contra el Almería. Tras el empate, Natxo ya daba por seguro que su trabajo sería cuestionado por el entorno. Por más que lo ha intentado, no ha sido capaz de frenar el retroceso que ha experimentado el juego del equipo desde finales del año pasado. Nada le ha dado resultado al técnico, que ha explorado soluciones mediante cambios constantes en las alineaciones y variaciones tácticas para acabar achacando la crisis deportivista a un bache anímico.

Un grupo desmoralizado. Natxo insistió el viernes en el bloqueo mental que atraviesan sus jugadores para explicar el empate frente al Almería, hasta el punto de que obvió los males futbolísticos que los condicionan. En el origen del bajón deportivista está la pérdida de confianza en una propuesta que funcionó durante el primer tramo de la temporada, pero que se volvió vulnerable en cuanto los rivales se familiarizaron con ella y al técnico empezaron a faltarle algunas de sus piezas más importantes. Esa pérdida de identidad ha dejado huérfanos a unos jugadores sin rumbo.

Sin ideas. Ante el Almería el viernes se evidenció la ausencia de alternativas en el juego deportivista. Incapaz de dominar a través de la pelota, tampoco encuentra el desequilibrio a través de sus jugadores más determinantes por el discreto estado de forma que atraviesan buena parte de ellos. Si antes los deportivistas se caracterizaban por madurar el juego a través del balón, con paciencia y tranquilidad, ahora tratan de ser más directos, lo que la mayoría de las veces se traduce en precipitación y errores. Es así como Didier Moreno, el mejor el viernes, se revela fundamental para corregir y tapar vías de agua a lo largo y ancho del campo.

Riazor, un caramelo. El estadio deportivista se ha vuelto una bicoca para los rivales. En cierta medida le han perdido el respeto al equipo de Natxo, que encadena ya cinco partidos consecutivos sin una victoria como local. Once puntos se han esfumado en esas jornadas para desgracia de los blanquiazules.