Ni frío ni calor. El Dépor encara la recta final de la Liga siendo un equipo encasquillado con un entrenador vacilante. En su regreso a Oviedo le rescató un futbolista superlativo como Carlos Fernández que le regaló un gol y recuperó la mejor versión de un Quique omnipresente. Por detrás, poca cosa, un equipo traslucido, dubitativo en la salida y muy discontinuo, que tiene mucho más de lo que muestra y al que le sigue faltando la ambición suficiente para ir al asalto a por el ascenso. Tibio. Todo muy beta para afrontar el tramo decisivo en el que gran parte de sus opciones de éxito pasan por la salud de su futbolista diferencial. Un punto insípido y a rezar.

A Natxo se le debió quedar encallado en el reproductor el vídeo del partido de la semana pasada, porque una vez más, la enésima, insistió en alinear a Álex Bergantiños y a Didier Moreno juntos. El colombiano, fuera de sitio, volvió a servir de poco o nada en la creación y el capitán demostró que ahora mismo no está para llevar el peso en la salida de balón en un equipo puntero de Segunda que aspira a dominar los partidos a través de la posesión. Cero más cero igual a cero. Por ahí, se diluyó el equipo en la primera parte, también por el agujero que aprovechó Saúl Berjón en la banda derecha. A la ecuación hubo que añadirle un error en cadena de Domingos y Dani Giménez que le dio un gol a Bárcenas. El Dépor, con todas las dudas del planeta, encaraba lo que restaba de primer tiempo pagando peaje. Un partido con hándicap, el de ese gol y el del nivel del propio equipo coruñés.

LaLiga 123: Los goles del Oviedo-Deportivo (1-1)

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Por empuje y al tratrán, el equipo coruñés intentó irse arriba. Cuando lograba sacar el balón en condiciones, metros más adelante sí se notaba que podía hacer daño. Vicente estaba justo, pero la presencia de Carlos le aporta aire a todo el frente ofensivo y al propio Quique, que había extrañado a su pareja de baile. Todo lo bueno que ocurrió en el primer acto nació a partir de acciones del vallisoletano. Un disparo suyo desde la frontal, un tiro cruzado de David Simón a partir de una contra llevada por él, otra incursión con pase atrás a Carlos... Todo era él, se generaba alrededor de su fútbol, de sus ofrecimientos. Solo le podían frenar con faltas, mientras el colegiado miraba para otro lado. Mossa y Bolaño se hincharon a darle y solo vio amarilla el lateral al filo del descanso. Una guerra perdida.

En ese intercambio el equipo coruñés estuvo cerca de empatar, también vio a nada el 2-0. En el alambre, sin jugar en exceso al fútbol y con un rival limitado. Pecado tras pecado. Todo con un nivel decreciente y acariciando el descanso en plena desesperación. El equipo pedía a gritos variaciones en la zona del mediocentro. Con Mosquera incomprensiblemente en la grada, Vítor Silva era la única carta disponible. Todos sabían que Natxo no iba a ponerlo todavía sobre el tapete.

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El Dépor empata en Oviedo

La afición del Dépor, expectante y hasta algo desilusionada en la grada, esperaba un cambio en su equipo, algo diferente. Por el poco nivel del Oviedo, por el esfuerzo de su viaje. No hubo, precisamente, una metamorfosis en los coruñeses, sí una tenue mejoría. Quique seguía siendo el mejor, insistente, todo fluía algo mejor tras él. Y, de repente, surgió la chispa. ¿De quién? Del mejor, del que ha echado tanto de menos el Dépor. Carlos Fernández es un futbolista de otro nivel, una joya extraviada una categoría equivocada, a la que solo han frenado las lesiones. Su pase por delante a su socio es una delicia. Una genialidad que le daba el empate al Dépor y también mucho tiempo y vida para buscar la remontada. Y, en parte, hacía justicia en el choque.

El viento de cola del tanto empujaba al equipo coruñés. No le hubiera venido mal alguna sustitución para dar más claridad en la zona de pivotes, para solucionar el problema de origen. Se demoraron, claro. El contexto de partido hacía presagiar que el conjunto blanquiazul daría un golpe encima de la mesa. No fue así. Sí es cierto que tuvo sus oportunidades, pero entre el cansancio y la falta de pericia y personalidad, el balón y la iniciativa fueron asturianas. Cedió metros y metros. Saúl Berjón, otro jugador en un lugar errado, hacía diabluras desnudando el entramado en la banda de David Simón. Fede Cartabia y Borja Valle no lucieron en exceso al entrar, algo más Vítor Silva por la pausa y el reasentamiento que da con balón y porque permitía situar a Didier en su posición, en la que nunca debió dejar. Una pista de cara al futuro, ojalá se vea pronto al portiugués junto a Edu.

El partido acabó muriendo con algún estiramiento coruñés, pero, sobre todo, con la insistencia carbayona. Colgaban y colgaban balones. No gozaron de ninguna ocasión clara, sí generaron inquietud. La jugada del primer gol había hecho mella en un Dani Giménez que se mostraba más dubitativo que de costumbre. Nada se movió. Un punto para cada uno, que ya se empezaba a saborear con ese regusto de los chicles que llevan media hora en la boca. Poco o nada.