El Dépor se le cae a Natxo González, incrustado en su banquillo para dejar que fuera su segundo, Bernardo Tapia, el encargado de dirigir al equipo en la recta final de una nueva debacle en Riazor, esta vez ante el Rayo Majadahonda. El técnico amplió su habitual carrusel de retoques tácticos sobre la marcha, partiendo del rombo, pasando tras el descanso a un 4-3-3 y acabando por acumular mucha gente ofensiva en pleno desconcierto general. Más bandazos, sin éxito, para desesperación de la afición de Riazor, harta del bajón individual y colectivo, y sin saber todavía cuál es el once del Dépor tras 33 jornadas. Al término del encuentro la grada respondió con una gran pitada, muchos pañuelos al aire e incluso gritos pidiendo la "dimisión" de la directiva.

Tras el pitido final, en el momento de despedirse de los aficionados, los jugadores fueron silbados y, cabizbajos, enfilaron el camino de los vestuarios. Pablo Marí optó por acercarse al fondo de maratón inferior para lanzar su camiseta a la grada, que fue devuelta al campo en señal de protesta.

El peor partido, en el peor momento. El Deportivo toca fondo. Por resultados, pero sobre todo por la pobre imagen de un equipo sin rumbo para el que ya peligra el play off. Solo unan victoria en los últimos nueve partidos, el 10 de febrero en el campo del Granada (0-1). Desde entonces, prácticamente todo han sido decepciones.

Hace mes y medio el horizonte inmediato del Dépor invitaba a pensar en un salto clasificatorio, sobre todo en un mes de marzo con muchos partidos seguidos en Riazor, los tres puntos sumados en los despachos ante el Reus y una única salida, la del pasado fin de semana a Oviedo. Sin embargo, las cuentas de la lechera se empezaron a truncar muy pronto, con empates en casa ante Nàstic, Alcorcón y AlmeríaNàsticAlcorcón Almería, más la derrota ante la Unión Deportiva Las Palmas. Ayer, otra vez el Dépor se quedó sin sumar ante su afición, que pasó de la esperanza al enfado, desquiciada por la cuesta abajo del equipo coruñés.