Hace algo más de dos semanas, Natxo González no estaba ni siquiera cuestionado como entrenador del equipo. En la cúpula deportivista no habían sentado bien resultados como el empate contra el Nàstic en Riazor o la derrota contra la Unión Deportiva Las Palmas, pero el director deportivo, Carmelo del Pozo, garantizó su continuidad pasara lo que pasara en el partido contra el Almería. El descalabro del sábado frente al Rayo Majadahonda, sin embargo, ha terminado desembocando en la destitución del técnico, el octavo desde que Tino Fernández tomara las riendas del club en enero de 2014. La dinámica negativa de resultados que arrastra el equipo, sumada al retroceso futbolístico experimentado desde comienzos de año, ha terminado llevándose por delante a un entrenador que aterrizó este verano en la entidad blanquiazul con el objetivo irrenunciable del ascenso.

Los siete partidos consecutivos sin una victoria „el Deportivo solamente abrochó en los dos últimos meses la del partido suspendido contra el Reus„ pusieron contra las cuerdas a Natxo tanto como los peligrosos síntomas que mostraba su equipo desde enero. Riazor, antes inexpugnable para los rivales, se ha convertido desde entonces en una bicoca para cualquiera. Solo el Albacete se ha marchado de vacío este año del estadio coruñés, mientras que Tenerife, Nàstic, Alcorcón, Las Palmas y Almería lograron algún botín. El colofón del bache en casa fue la derrota del sábado contra el Rayo, el sexto tropiezo seguido de los blanquiazules antes sus aficionados, y lo que definitivamente precipitó el despido de Natxo.

Entremedias de esos disgustos en Riazor llegaron triunfos de mérito en Gijón y Granada, además del empate en Málaga, pero por el camino el equipo fue perdiendo buena parte de los rasgos que lo habían distinguido en el arranque del campeonato. El rombo en el centro del campo sobre el que Natxo cimentó su proyecto se quedó en un cajón hasta que lo desempolvó el domingo pasado en la visita a Oviedo. Para entonces el técnico ya centraba todos los esfuerzos en recuperar a un equipo sin rumbo futbolístico y cada vez más decaído en lo anímico.

Todos los males de los deportivistas en los dos últimos meses quedaron expuestos el sábado en Riazor en la dolorosa derrota contra el Rayo. La imagen que mostró el conjunto deportivista colocó a Natxo en una posición muy delicada y a expensas de una decisión que ya se barruntaba nada más acabar el partido.

Ese tropiezo del sábado aleja todavía más del ascenso directo al equipo y compromete su posición de play off frente a sus perseguidores, pero las consecuencias se extienden además al plano de las sensaciones. Hacía tiempo que el Deportivo trasladaba síntomas preocupantes más allá de la clasificación. Los puestos de privilegio se veían cada vez a más distancia al mismo tiempo que el juego retrocedía.

El Deportivo dejó de ser hace tiempo ese equipo que buscaba llevar los partidos a su terreno a través de la paciencia. Las prisas le fueron traicionando a medida que los resultados se torcían, convirtiéndolo en un conjunto que funcionó en las últimas semanas a impulsos, sin un guion claro.

En la crisis que ha desembocado en la destitución ayer de Natxo González influyó además de manera notable el pobre rendimiento individual que han mostrado desde el mes de enero algunos de los jugadores más importantes de la plantilla. En recuperar a futbolistas como Quique González, Vicente Gómez o Fede Cartabia también se esforzó el técnico, aún a riesgo de orillar a otros dentro de un vestuario con recursos suficientes y variados.