El más difícil todavía. José Luis Martí se sentará por primera vez esta tarde en un banquillo como entrenador del Dépor y no se le presenta, precisamente, un debut con el viento a favor. El balear hereda un Dépor tristón y sin fútbol, lejos de la zona de ascenso y con la cerniente amenaza de caer fuera del play off y al que se le ha olvidado ganar en este 2019. Sí ya de por sí no fuese preocupante la situación, se encontrará enfrente al mejor equipo y el estadio más inexpugnable de toda la categoría, El Sadar, donde Osasuna acumula doce victorias consecutivas y no ha perdido en Liga. Una doble pirueta para hacer despertar y relanzar al Deportivo hacia Primera.

Martí lleva escondiendo su mano desde que llegó a A Coruña. Se le ha visto intenso y risueño por momentos en los entrenamientos, pero enigmático y con cara de póquer cada vez que le toca enseñar sus cartas. Quiere un equipo a su imagen y semejanza en el que los futbolistas se reconozcan y se sientan cómodos, pero que no olvide la esencia de su planificación. Valiente, agarrado a la pelota, con paciencia, pero sin alergia al vértigo ni a las transiciones. Así modeló su equipo a través del discurso y ahora toca trasladarlo al césped. Pocas pistas dio estos días y menos lo hizo ayer. Recuperará el doble pivote y todos pueden jugar, incluso Dubarbier o Mosquera.

El vertiginoso Osasuna solo debe mantener la pedalada, le llega con el impulso para subir. Jagoba no detiene sus elogios al Dépor, mientras medita cómo suplir a Mérida. Arranca una nueva era.