La carta de presentación del Deportivo ayer en El Sadar fue un disparo de Christian Santos que Rubén tuvo que desviar a córner para evitar que los blanquiazules se adelantaran en la primera jugada. La ocasión del delantero venezolano fue el primer aviso de una puesta en escena esperanzadora, acorde con lo que se presuponía tras la llegada de José Luis Martí al banquillo. El equipo se comportó con ánimos renovados a partir de una presión adelantada que consiguió contrarrestar a Osasuna. El gol de Quique González confirmó el buen arranque deportivista, que sin embargo empezó a diluirse tras el empate de los navarros.

Si hasta entonces la gestión de la pelota había sido eficaz, obligando a los rojillos a bascular y desgastarse al ritmo que marcaba el conjunto de Martí, todo se vino abajo con el segundo tanto. Las prisas invadieron a un Deportivo que continúa siendo un equipo tremendamente frágil.

Quedó demostrado en el gol del empate de Osasuna, en el que Domingos volvió a dudar. No supo si esperar o adelantar la posición el portugués, que dejó una autopista para la carrera de Rubén García hacia la portería de Dani Giménez.

Nadie como el defensa representa mejor las dudas en las que se ha instalado el equipo en los dos últimos meses, lastrado por el discreto estado de forma de algunos de sus jugadores más importantes y por errores de principiante.

El de Domingos fue el primero ayer, el otro fue el de Pablo Marí al conceder una falta innecesaria en la frontal que desembocó en el segundo tanto de Rubén García.

Ayer con Martí tampoco hubo reacción. Los males del equipo, en ese sentido, son parecidos a los que mostraba con Natxo González y que le han llevado a encadenar solo un triunfo „contra el Reus en el partido suspendido„ en las últimas nueve jornadas. El Deportivo fue otra vez un conjunto previsible y sin ideas en la segunda parte y los brotes verdes apenas duraron media hora.