La mínima paciencia en el mundo de las urgencias. José Luis Martí ha aterrizado en un Dépor que no se puede permitir siquiera concederle un periodo de gracia. Aquí y ahora. Ya. Las prisas, la ansiedad y los enfados acumulados, uno sobre otro, lo engullen todo ahora mismo entre el deportivismo. Asoman el final de Liga y el abismo, se desvanece incluso el suelo del play off de ascenso. Nada sopla a favor. Y en ese contexto, haciendo camino entre brasas, debe apuntalar el técnico balear a un voluntarioso equipo que pretende levantarse entre los cascotes anímicos y futbolísticos de un 2019 que le ha carcomido. Empezó a dejar de jugar y se acabó creyendo peor que el resto. Una bola, de momento, imparable. La situación es injusta con Martí. Pocas veces el contexto condiciona tanto una obra casi de autor que a la fuerza debe gestarse de manera exprés. Quedan doce partidos, en el mejor de los casos. Ni siquiera da para los simbólicos 100 días de gracia, pero al menos necesita algo de tiempo para que cuaje su paquete de medidas. Hubo quien no le concedió ni media mañana. Nada nuevo. Pero el Dépor tiene que estar siempre por encima de todo. Dejémosle trabajar. No se le pueden pedir cuentas de inmediato al último en llegar por el trabajo que no hicieron otros. Los que están y los que ya se fueron.

El Dépor buscó reinventarse y reactivarse en Pamplona, donde más difícil iba a tornarse conseguirlo. Tampoco tenía nada que perder. Y durante media hora lo fue logrando. No sin algún resbalón, pero estuvo en el partido, adaptándose a su nueva realidad, no rehuyendo la pelota. Nada mal, insuficiente. Le acabó pudiendo su fragilidad a todos los niveles. A la que le llevan los errores individuales, su mala cabeza. En la última hora fue otro equipo, mucho peor, un preocupante grupo paralizado, a la deriva. Porque, aunque Natxo se haya ido, los males siguen ahí, no se marcharon con él. Martí tampoco llegó con una varita mágica. Y, claro, cuando sobrevinieron los reveses, hincó la rodilla. Esa mayor verticalidad, sin olvidarse del balón, puede ser terapéutica para el equipo, pero sigue necesitando más fútbol cerca del área, aunque sea para construir en las segundas jugadas. La zona de enganches, las bandas fueron inexistentes y su fútbol interior al borde de la zona de gol se vio a cuentagotas. Pedro Mosquera y Álex Bergantiños parecieron, por momentos, rejuvenecidos unos metros más atrás. Con Pedro, Borja y Nahuel inexistentes, Edu Expósito sufrió en exceso en la banda izquierda. Y con el reloj de la temporada en contra, no parece ser el momento para reconvertirlo en interior. Un puzle por encajar. El Dépor no puede seguir viviendo solo de Quique en los últimos metros. Será esa una de las grandes tareas de Martí: crear algo justo tras él y, por ahora, sin Carlos Fernández. Y elevar el rendimiento de un buen puñado de futbolistas, que es ínfimo; en algunos casos una caricatura de lo que se pudo ver en la primera vuelta. Toda esa reconstrucción desde el trabajo y desde la esperanza de que esa primera media hora en Pamplona sea el atisbo de algo nuevo. Que las urgencias y el mal momento del Deportivo no se lo vuelvan a comer todo.

A refundación por año

El vergonzoso descenso del Fabril a Tercera División a falta de cinco jornadas redondea el cuadro del desastre. Por arriba y por abajo. Solo se salva la honrosa y dignificante excepción del rotundo Dépor Abanca, que merece estar en la Liga Iberdrola. El primer equipo masculino tiene el asterisco que le da el hecho de que aún tiene vida y materia prima. Ojalá llegue el milagro. A quien nadie salvará ya es al segundo conjunto blanquiazul. Ningún grupo está libre de bajar y menos en un filial que depende de las camadas, de los cambios de guardia, pero hacerlo así no admite ningún pero. Ni el más mínimo. A partir de ahora, la inacción y la parálisis en la toma de decisiones son inadmisibles, pero tampoco puede dar la sensación de que el club se refunda año a año, de que no construye nada. En este caso, le tocará caer a un modelo de cantera quebrado, despegado de su entorno, que ha destruido de paso y por alcance al Laracha, al juvenil... El panorama es demoledor, dañino. El acierto es la elección, no la actuación, que en este caso se da por descontado.