El Deportivo recibía ayer al Cádiz en Riazor después de siete partidos consecutivos sin ganar en su estadio. Tres meses y medio de sequía que le colocaban en una posición incómoda antes de enfrentarse a los andaluces: todo lo que no fuera un triunfo comprometería su recién recuperada plaza de play off y al mismo tiempo le llevaría a igualar su peor racha sin victorias en casa en Segunda División. El empate final amplió a ocho las jornadas sin ganar en Riazor, las mismas que en la temporada 1987-88 y dejó a los deportivistas a expensas de lo que ocurra esta noche entre Málaga y Oviedo.

Una victoria del equipo que dirige el exentrenador deportivista Víctor Sánchez del Amo desalojaría a los blanquiazules de los puestos de promoción a falta de cuatro partidos para el final del campeonato. Ha sido el irregular rendimiento como local desde comienzos de año el que ha condenado a los deportivistas a un final así de apurado.

La falta de victorias en su feudo se ha convertido en un lastre que primero frustró las aspiraciones de ascenso directo y ahora compromete la posibilidad de clasificarse para el play off. Al mismo tiempo, la crisis en Riazor limita al máximo el margen de error del Deportivo en sus partidos a domicilio. Contra el Lugo el domingo el conjunto de José Luis Martí está obligado a lograr una victoria que ayer acarició con las manos después de una actuación meritoria.

En el empate final no solo influyó la falta de acierto que ha condenado a los deportivistas en su estadio, también la endeblez de su defensa. Pablo Marí se ganó una amarilla en una falta innecesaria que terminaría siendo decisiva cuando Querol le encaró en el que fue el tanto del empate. El central, que se equivocó en la anticipación, no pudo cometer falta para frenar al jugador del Cádiz, que terminaría sorprendiendo a Dani Giménez con un gran disparo. Así se escaparon otros dos puntos por el desagüe de Riazor.