Los caminos del ascenso son inescrutables. Todas las cábalas pasaban por una victoria, el empate era en la mente de cualquier deportivista una derrota moral y numérica, la oscuridad y la vergüenza en una temporada pillada con alfileres. Y el destino ha querido que ahora mismo A Coruña se esté lusionando con la posibilidad de disputar el play off de ascenso, hace meses un mal menor, hoy una vía para soñar. El día que más lo mereció, la noche en la que falló como nunca ante la portería rival acabó ganando a 500 kilómetros de distancia, en Cádiz. La victoria del orgulloso Extremadura fue dedicada a Reyes y asfaltó el camino a un equipo coruñés que, con la igualada en la mano, dependerá de sí mismo en la última jornada. El Cádiz y el Oviedo estarán al rebote. Es una ventaja, sin duda, pero las carambolas que depara aún esta odisea nadie se atreve a aventurarlas.

Martí arrancó el duelo apostando por las seguridades, por dar un paso atrás. La cabalgada con premio de hace una semana de Nahuel presentaba el escenario propicio para devolver al once al argentino. Hoy tampoco. Pedro Sánchez se convirtió entonces en el socio de un Saúl errático atrás y poco prodigo en ataque en los primeros compases. Fue el Dépor de los últimos meses fuera de casa en ese tramo. Solo en Soria fue demoledor, en el resto está, pero no está. Es un equipo que no domina los encuentros, relajado en las marcas y en la presión y que tampoco pega arriba, a pesar de acabar disfrutando de un considerable puñado de ocasiones. Plantea un escenario arriesgado, a veces hasta un poco simplista, que le debería ser favorable, pero ni en eso hace la diferencia. El mejor ejemplo es Fede Cartabia, un futbolista perdido, inocuo, que falla pases a dos metros. Un fantasma de lo que fue o más bien de lo que se espera de él.

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El Dépor empate en Elche, pero celebra

Al margen de esa continua decepción con el cordobés, al Dépor se le vio de nuevo destensado, dio vidas extras y acabó saliendo indemne de los envites de un Elche, al que no le iba la vida en ello. Era peligroso por banda e insistía en la presión, pero le faltaba el fondo, el colmillo. Josan tuvo una clara oportunidad, varios disparos desde la frontal de los ilicitanos amenezaron por pura pasividad de la cobertura deportivista, pudo haber un penalti en contra.

De manera tímida y sin dominar el duelo, empezó el Dépor a dar la réplica. A partir de ahí puede exhibir más los números que el juego. Primero pudo adelantarse con un disparo arriba de Edu, después con una contra que, inexplicablemente, el canterano falló ante José Juan. Carlos también tuvo la suya. Domingos casi recuerda a ese futbolista letal a balón parado de la primera vuelta, pero su cabezazo se fue fuera.

Quien solo visione el resumen se podrá llevar una inmejorable impresión del Dépor en este periodo, el minuto a minuto tiene más aristas. A pesar de todo, celebraba al descanso por esa victoria momentánea del Extremadura en Cádiz. Aún así, algo le decía al deportivismo que a este libro aún le quedaban capítulos y, aunque él no podía elegir su propia historia, al menos debía hacer su parte. Eso tampoco se cumplió.

La segunda parte fue un monólogo del Dépor. El Elche se asomaba, pero no quería ser ni arte ni parte en luchas ajenas. Si en la primera mitad ya había fallado el equipo coruñés, la segunda fue un manual de cómo funciona una escopeta de feria. Christian, Fede, Nahuel, Carlos... Casi todo el frente de ataque disfrutó de ocasiones claras, también los defensas con un Domingos omnipresente en cada saque de esquina. El Elche sacó dos goles cantados bajo palos, uno al argentino y otro al venezolano. Era la tercera acción de este tipo en el encuentro. No había manera, había una muralla invisible en la línea de José Juan.

Los últimos minutos mostraron a un Dépor tiritando y ofuscado, que lo intentaba, pero ya con menos fe y un Elche que no quería saber nada del duelo, hasta el árbitro dejaba seguir casi todas las jugadas. La tragedia se mascaba, pero solo vino alegría de Cádiz, de Manu Mosquera. El Dépor lo tiene en su mano, le espera el descendido Córdoba, llega el momento de que, por fin, se lo gane, de los méritos propios en esta película con un guion siempre incierto. El corazón deportivista siempre está de guardia.