Al descanso todo pintaba negro para un Deportivo al que Ontiveros y no tanto el Málaga había castigado sin cuartel. El horizonte podía ser todavía más oscuro en la segunda parte si no mediaba una reacción por parte de Martí desde el banquillo. El técnico, bajo sospecha desde mucho antes del miércoles por su aparente poca influencia en el juego del equipo, estaba ante una encrucijada de la que emergió reforzado por una maniobra que descompuso a los visitantes y al exblanquiazul Víctor Sánchez del Amo. De su pizarra brotó la variante a partir de la que se construyó una remontada que acerca a los deportivistas a la final del play off después de verse en la cuneta.

Un inicio titubeante. Porque el arranque del equipo el miércoles fue de todo menos esperanzador. A merced del Málaga, las sensaciones fueron las de ese conjunto a la expectativa de lo suceda, sin iniciativa y dubitativo. Eso lo aprovechó Ontiveros para amenazar de manera continua a David Simón sin que el canario encontrara un aliado para contener al inspirado extremo de Marbella. La primera vez que le dio metros conectó un centro a la cabeza de Luis Hernández que inauguró el marcador y en la segunda dibujó un disparo que Dani Giménez solo pudo contemplar como hizo el resto del estadio.

Una reacción perfecta. Martí entendió que debía sujetar a Ontiveros y al mismo tiempo recuperar la pelota para tener opciones de remontar. Para lograrlo renunció al 4-4-2, colocó a Cartabia entre la banda y la mediapunta, envió al costado izquierdo a Borja Valle y le ordenó a Pedro Sánchez que ayudase a Edu Expósito y a Álex en el centro del campo sin perder de vista la portería contraria. La maniobra desarboló por completo a Víctor y al Málaga, que ya no crearía peligro en toda la segunda mitad. En su lugar se llevó tres goles fruto de la efectividad exhibida por los deportivistas.

Puntería y comunión con la grada. La noche para los deportivistas la redondeó el acierto mostrado en el área rival. El equipo, huérfano de goles en este último tramo de la temporada, recuperó la pegada para encarrilar una eliminatoria que vio perdida, casi tanto como una grada que no desfalleció y acabó otra vez entregada a los suyos. La comunión con los aficionados volvió a resultar determinante y seguro que la echará en falta mañana en La Rosaleda, donde que tendrá que aislarse del ambiente hostil que se encontrará.