Con una exhibición defensiva, cierta dosis de fortuna y un espíritu competitivo digno de admiración, el Deportivo se ha plantado en la final del play off de ascenso. Buscará el último billete a Primera División ante Albacete o Mallorca impulsado por el resultado de una eliminatoria en dos actos en la que primero castigó al Málaga en Riazor con una pegada brutal y después lo desesperó en su estadio en un duelo en el que resistió con fortaleza para abortar cualquier intentona de remontada de los locales. Volvió a triunfar José Luis Martí ante el exdeportivista Víctor Sánchez del Amo, esta vez con una versión más práctica y no exenta de sufrimiento.

El partido arrancó con una renuncia deportivista, la de su técnico al sistema que ha empleado casi sin excepción desde su aterrizaje en el equipo. Martí prescindió de su 4-4-2 fetiche para ordenarse a partir de tres centrocampistas. La apuesta parecía de antemano una fórmula para protegerse ante el previsible empuje inicial del Málaga y para garantizar las ayudas en los costados para proteger a Bóveda y Saúl, pero al mismo tiempo también representaba cierta continuidad con respecto a la ida en Riazor.

La fórmula con un mediapunta y dos jugadores abiertos en el ataque fue la que permitió desarbolar al Málaga y darle la vuelta a una eliminatoria que se había puesto muy cuesta arriba para el conjunto deportivista. Lo hizo a partir de la pelota, que había perdido de vista en esa primera parte del partido con el que ambos inauguraron la eliminatoria. Ayer la iba a necesitar también para contrarrestar la propuesta inicial del exdeportivista Víctor Sánchez del Amo, que de entrada fue ambicioso en busca de los goles que necesitaba para la remontada, pero también se desentendió en cierta medida de ella durante la primera parte. Por momentos defendió muy atrás el Deportivo, sin claridad para salir con la pelota o templar el ritmo que proponía el Málaga. Fueron arreones esporádicos pero muy peligrosos liderados por Ontiveros, que cada vez que conseguía desembarazarse de la jaula en la que trataban de encerrarlo entre Vicente, Pedro y Bóveda causaba estragos. Dos balones mandó al palo el extremo para alivio de un Dani Giménez que por lo demás apenas tuvo que intervenir.

La apuesta de los locales llevaba implícito ciertos riesgos que Martí también buscó explotar a partir de la alineación. Reservó a Borja, Cartabia y Quique en previsión de que la eliminatoria no se resolviese hasta la segunda mitad y colocó a Matías Nahuel para aprovechar su velocidad con la esperanza de que la necesidad malaguista derivase en espacios. Lució poco el argentino, quizá el más perdido en la primera parte y que sin embargo tuvo la ocasión más clara para los blanquiazules. Interpretó a la perfección Carlos Fernández su desmarque de ruptura con un pase entre líneas, pero no acertó con el control ni tampoco con el disparo.

El resultado al descanso hacía pensar en un asedio del Málaga en la segunda parte, pero éste no llegó a producirse. Resistió el Deportivo, sólido y ordenado, aunque a veces defendiera con un paso más del recomendable sobre la portería de Dani Giménez. Vivió la peligrosa incertidumbre del marcador hasta que apareció Álex Bergantiños para conectar un disparo desde la frontal que Munir se tragó para confirmar el pase blanquiazul a la final.