Tensión, suspense, emoción. El partido contra el Mallorca tuvo de todo y empezó a jugarse desde primera hora de la mañana en A Coruña, con una ciudad entera volcada con su equipoA Coruña para afrontar todos juntos el encuentro de ida de la final por el ascenso. La afición blanquiazul vivió con un cosquilleo en el estómago las horas previas al trascendental duelo, una ansiedad que se fue acentuando a medida que se acercaba la hora del inicio del choque. No era un partido cualquiera. Era una auténtica final y como tal se lo tomó la afición, agotando las entradas y también generando un ambiente especial en la ciudad, como en las grandes ocasiones. Mucho azul y blanco en las calles, en los balcones, en los autobuses, en los comercios... No se hablaba de otra cosa en los bares y en los mercados, como el de la plaza de Lugo. Era el día del Dépor. Una cita muy especial, tan importante que había que vivirla durante toda la jornada y así lo entendieron los seguidores, muchos luciendo orgullosos la camiseta de su equipo desde primera hora.

En todos los barrios afloró el sentimiento deportivista para vivir con emoción la jornada e ir subiendo la temperatura hasta prender lume en los aledaños del estadio desde dos horas antes del inicio del encuentro, cuando unos 3.000 seguidores acudieron a la convocatoria de los Riazor Blues para brindar al equipo un recibimiento por todo lo alto. Escoltado por dos hormigoneras blanquiazules, rescatadas del pasado para empujar hacia otro ascenso, el bus del Dépor enfiló la calle Manuel Murguía entre bengalas, bufandas, banderas, cánticos y ruido, muchísimo ruido.

Gasolina emocional para los jugadores, que agradecieron el cariño dedicando gestos cómplices a los hinchas en el momento de bajarse del autocar y acceder al estadio. El primero, el doctor Carlos Lariño, uno de los más efusivos al levantar el brazo para animar a la gente, igual que Pablo Marí, Adrián Ortolá o Dani Giménez, entre otros. A las 19.15 horas llegó el Dépor y diez minutos después lo hizo el Mallorca, que no estuvo solo en Riazor. Contó con el apoyo de unos 400 aficionados bermellones que se dejaron ver desde mediodía en céntricas calles como La Franja y La Barrera. Ambientazo en los aledaños del estadio, con mucha presencia policial y dos agentes cerca de las taquillas del Palacio para espantar a los reventas.

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La afición del Dépor llena Riazor ante el Mallorca

Ese multitudinario empujón que recibió el Dépor en la calle fue un anticipo de lo que luego se vivió en el interior del campo, donde 29.363 espectadores registraron la mejor entrada de la temporada para arropar al Dépor sin reservas, como en la semifinal del play off frente al Málaga. Ahí estaban todos, los de siempre y los que se sumaron a última hora. Todos a una en un momento clave, conscientes del incalculable valor de lo que había en juego, para remar hacia un objetivo común: el ascenso a Primera. "Prende o soño e deixa que arda en ti" se pudo leer en un vistoso tifo gigante mostrado en dos tiempos por los Blues justo antes del pitido inicial. Después, ánimos y cánticos continuos entonados por todo el estadio para apoyar al equipo.

La brutal entrada de Pedraza sobre Álex, y la incertidumbre inicial sobre el estado del coruñés cuando estaba tendido sobre el céspedPedraza Álex, dejó a la afición momentáneamente en estado de shock, pero pronto se vino de nuevo arriba para seguir animando sin descanso durante toda la segunda parte, cargada de suspense cuando Trujillo Suárez tuvo que consultar con su asistente para conceder el gol de Quique, el segundo y definitivo del Deportivo. "¡Que sí, joder, que vamos a ascender!", gritaron al final los casi 30.000. La dedicatoria, unánime, para Álex Bergantiños.