El Deportivo era con el Málaga el principal candidato al ascenso directo y no solo por la disponibilidad económica, sino por la plantilla que conformó Carmelo del Pozo, la más completa de la categoría. Sin embargo, tuvo que aguardar a la última jornada para asegurar su presencia en la promoción, que reserva un billete a Primera para completar el tren del ascenso, cuyas primera plazas coparon Osasuna y Granada.

A pesar del potencial de su plantilla y del respeto que le guardaron los adversarios en el inicio de la competición, el Deportivo nunca fue capaz de asentarse en ninguna de las dos primeras posiciones. Ser segundo fue lo más alto que llegó en la clasificación y solo durante tres jornadas „15, 16 y 18„. Se limitaba a estar en la zona noble como si de un depredador se tratase, esperando a dar el zarpazo definitivo a sus víctimas y abrir hueco en su teórica marcha en solitario de vuelta a la elite. Pero el tigre solo tenía comportamientos de gatito.

Se hizo fuerte en Riazor durante la primera vuelta y perdonó en exceso a domicilio en ese mismo periodo. En los primeros 16 partidos solo había cedido un empate en casa (Malaga, 1-1) y solo había perdido en su visita al Alcorcón en la quinta jornada (1-0, en el cuarto encuentro como visitante). Riazor imponía. El empate ante el Málaga tenía coartada por la expulsión inédita de Quique. Lo que sucedió a raíz de alcanzar el segundo cajón del podio ya no. Empate sin goles en la visita al Rayo Majadahonda y tablas en Riazor contra el Numancia (2-2) partido en el que los blanquiazules dilapidaron una renta de dos goles. Después llegaron las tablas en casa ante un Lugo en inferioridad numérica (0-0), en medio de las derrotas en Cádiz (3-0) y Mallorca (1-0).

Quizás fueron consecuencia de la victoria ante Osasuna en Riazor (2-0) en la 15 jornada. Jagoba Arrasate se marchó del coliseo coruñés con una frase que pudo haber sido el inicio del caos. "La pregunta no es si el Deportivo va a ascender, sino cuándo va a ascender", sentenció el entrenador de Osasuna tras perder en Riazor. El Deportivo cobraba una ventaja de ocho puntos sobre los navarros.

La derrota en Son Moix, segunda consecutiva a domicilio, generó dudas. Los triunfos ante Albacete y en Gijón parecían indicar que todo había sido un mero accidente. Después llegó otra victoria en Granada y un empate en La Rosaleda. Fuera todo iba bien. En Riazor, cada vez peor. Desde el 20 de enero, cuando se impuso al Alabacete, el Deportivo no volvió a ganar como local hasta el trascendental partido del 27 de mayo contra el Mallorca (1-0).

Todo lo malo sucedió en mes y medio, entre febrero y marzo, cuando el cuadro coruñés tenía cuatro partidos en casa, además del desplazamiento a Reus, y la visita al Málaga. En esas cinco jornadas el equipo blanquiazul sumó siete puntos „incluidos los tres de Reus„ en los que los mejor fue el empate en La Rosaleda. Esta racha negativa acabó con el equipo fuera de las seis primeras plazas, a las que regresó en la penúltima jornada tras empatar en Elche. En la última dependía de sí mismo parada jugar el play off, la victoria ante el Córdoba le garantizó poder optar al billete extra hacia Primera.

Al Deportivo se le abrió entonces la posibilidad del regreso a Primera, pero desde la posición más débil. Primero tuvo que enfrentarse al tercer clasificado, a todo un Málaga que llegaba lanzado, pero al que desarboló en Riazor para después desesperar en La Rosaleda. El último escollo lo representaba un Mallorca al que también se le despachó con claridad en la ida disputada en Riazor.

La ventaja de dos goles colocaba a los deportivistas a un paso de Primera División, pero un partido de vuelta desastroso lo condenó a otra temporada más en Segunda División, esta vez ya sin el colchón de una posición económica favorable con respecto al resto.