Lleva años el Dépor intentando librarse del aire de provisionalidad que desprenden sus proyectos y cuanto más intenta salir de ese pozo, más parece hundirse. Antes lo hacía por la propia volatilidad de sus decisiones, por sus malas elecciones y gatillo fácil en el banquillo. Y ahora su propia situación económica le empuja a jugar en el alambre, a buscar el beneficio en el riesgo. Ley de vida. Cinco fichajes el último día para conformar una justa plantilla de 22 no ayudan a disipar ese aroma. La sensación que da el Dépor sobre el terreno de juego lo acentúa. Nada más inquietante que un sistema defensivo que se asemeja, por momentos, a un castillo de naipes en pleno derrumbamiento. A Anquela no le luce ni lo más mínimo el trabajo de este verano sobre el terreno de juego y ahora añade más piezas a un puzle que no le encaja. Tres de esas apuestas llegan para ser titulares, un entramado por montar. Siempre se dice que los equipos no se hacen en un día, pero a Carmelo y al técnico jienense no les queda otra.

Del Pozo apareció el martes por la sala de prensa de Abegondo con una leve sonrisa que mostraba más alivio que satisfacción. Se jugaba mucho, se juega mucho. Apostó todo a la última mano y pudo recoger un buen botín, quizás el máximo al que aspiraba. Montero, Mollejo y Salva Ruiz son activos más que interesantes en el mercado de Segunda División. La guinda hubiera sido alguien para reforzar el pivote, justo la demarcación que peor se gestionó en el pasado proyecto, según el propio Carmelo. Peru parece predestinado a esa posición, a evitar un nuevo tropiezo en la misma piedra. Como ocurre en todo trato a última hora, como pasa en todo mercado de fichajes revuelto, hay contraprestaciones, algunas asumibles, otras que ya generan más dudas. Beto da Silva es un añadido a la planificación. No será sencillo que juegue, solo le defenderá lo que haga en el césped. Y Caballo a día de hoy ofrecía mejores prestaciones en A Coruña que un Luis Ruiz que da la sensación de que llegó a Riazor simplemente por la dilación en el trato por Diego Rolan. Cuestión de tiempos, de minimizar riesgos y peajes. Por ahí, por el lateral izquierdo, el Dépor es hoy un equipo más débil sin el salmantino.

Un argumento para negociar

El mercado es cada día más los hechos, las decisiones, y también cómo se comunica. El 3 de septiembre se desveló el misterio en torno a una frase que lleva persiguiendo al director deportivo todo el verano. Tras el KO de Mallorca, Del Pozo se sentó ante un micrófono para proclamar que la intención del Dépor era mantener la "columna vertebral". Cada salida, cada intento frustrado de atar a alguno de esos imprescindibles caía como una losa encima de su credibilidad. Meses después ha desvelado que era mentira, que formaba parte de una estrategia para colocar mejor los activos en el mercado. El camino es entendible, pero el desgaste para él es grande, sobre todo, ante quien es incapaz de entender los grises de las decisiones incómodas. Seguro que lo asume, que no le importa. Sabe que vino a A Coruña a fichar y también a dar la cara y llevarse rasguños. Aun así, no estaría de más que se repare en que una comparecencia pública es algo más que una charla velada con otros directores deportivos o presidentes. Es, en muchas ocasiones, la mejor manera de comunicarse con unos inquietos aficionados, que sufren, que se desvelan y que anhelan noticias, preferentemente buenas. Quizás es una visión excesivamente romántica, pero sentir que no se pueden fiar de lo que les llega de su club puede producir desapego.

Anquela, menos Anquela

Quien tampoco termina de conectar con su grada ni tampoco con su equipo es Anquela. El juego revuelto del verano no le ha favorecido, pero él debe ser en gran parte el faro de este equipo, el líder. Sabe que tiene que agachar la cabeza, trabajar, apretar los dientes, ya que este Dépor no es el de hace un año. De eso es consciente y lo hace. Necesita más. A Anquela se le ve menos Anquela que nunca. Sí, vocifera, grita, se desgañita en los partidos y en los entrenamientos. De momento, su equipo se le escurre entre las manos. Siempre ha trascendido una imagen suya de entrenador con equipos de presión alta, intensos y, sobre todo, bien armados y el Deportivo es, de momento y en algunas fases, cualquier cosa menos eso. Si el jienense necesita blindar más a su formación por el centro o sentar a algún jugador importante, aunque sea impopular, debe hacerlo. Que no le tiemble la mano. Cuanto antes sea él mismo, cuanto antes domine la situación, antes se convertirá en el líder y antes ayudará al Deportivo en un camino en el que, por encima de todas las cosas, necesita un gran entrenador que trabaje y que haga crecer a su equipo. Se acabó la época de vivir de las individualidades.