Si hay una jugada definitoria de la situación que atraviesa el Deportivo, esa podría ser la del tercer gol del Numancia el miércoles. En la acción que supuso el empate definitivo de los visitantes en el tiempo de descuento se resume el "desaguisado" en el que a juicio de su entrenador está sumido el equipo. Un despeje defectuoso de Vicente Gómez, un centro al corazón del área entre seis jugadores blanquiazules y un rival que llega en solitario y en ventaja para marcar a placer ante un Dani Giménez impotente. Fue el colofón a otra actuación decepcionante del conjunto deportivista, lastrado por los mismos males que lo atenazan desde el arranque del campeonato y que lo han dejado en una posición muy incómoda antes de visitar mañana al Cádiz en el Ramón de Carranza. Casi sin tiempo para digerir el varapalo contra el Numancia, el Deportivo tendrá que enfrentarse a uno de los equipos que mejor ha arrancado el campeonato sumido en una precaria situación y con su técnico y buena parte de los jugadores en entredicho.

Anquela, señalado. El arranque del partido, con un Numancia dominador que acaparó la pelota y arrinconó a un Deportivo confuso, desnudó la propuesta de su entrenador. "Está claro que la primera parte la hemos tirado, no sabíamos si ir o quedarnos", reconoció David Simón al final del encuentro. El desconcierto de los jugadores en la primera parte es la consecuencia de unos planteamientos que no acaban de calar en el grupo y que exponen sus inseguridades hasta empequeñecerlos a todos. De repente nadie luce en un equipo dubitativo y penalizado por el desorden colectivo.

La presión, un quebradero de cabeza. La prueba más cruda del desbarajuste deportivista es la manera en la que ejecuta la presión adelantada que reclama su técnico. Anquela insiste en que su plan pasa por ir a buscar al rival arriba, pero no encuentra respuesta en sus jugadores. Los delanteros atacan la salida de balón del contrario, pero sin la colaboración del resto de líneas. Eso se traduce en un equipo demasiado largo en el que el centro del campo se vuelve transparente y la defensa recula demasiado para intentar resguardarse. La única solución posible parece intentar juntar al máximo las líneas, tal y como hizo el equipo en la segunda parte para darle la vuelta al marcador.

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Casi dos horas de charla antes de salir al césped de Abegondo

El balón parado, el comodín. La reacción tras el descanso permitió al Deportivo encarrilar el partido hasta el descalabro de los minutos finales. Lo hizo siendo más compacto, pero también aprovechando el recurso ofensivo más fiable que posee. Una falta, un saque de esquina y un penalti allanaron la victoria para el conjunto blanquiazul sin demasiados alardes en ataque. Al igual que en otros aspectos del juego, la improvisación también rodea lo que ocurre cerca del área contraria. Mollejo y Koné se mostraron muy participativos el miércoles, pero al mismo tiempo impetuosos y precipitados. También demasiado individualistas para desesperación de un Christian Santos que apenas participa en el juego del equipo.

El peligro del conformismo. La sensación el miércoles al final del partido contra el Numancia en Riazor era de profunda desilusión. Durante el partido pudieron escucharse silbidos por la discreta actuación del equipo, pero no fueron generalizados tras el pitido final. Lo peor es que en la grada se instale la resignación con respecto a un conjunto que apenas da alegrías.