Una igualada que anuncia un cambio. El Dépor de la presión arriba mutó esta tarde en Cádiz en el equipo del repliegue, en el conjunto que cierra pasillos y minimiza riesgos. Y le sentó bien al grupo de Anquela esta metamorfosis para salir con un punto de uno de los campos más difíciles de la categoría y para someter a un Cádiz que necesita ritmo y campo abierto, que se ofusca ante los ataques estáticos. Eso sí, nada le libró de algún susto y de que Dani Giménez dejara alguna parada de póster. Casi acaba sucumbiendo el Dépor por su deficiente defensa del balón parado, pero también tuvo algunas ocasiones que pudieron decantar la balanza de su favor. Jovanovic estuvo a centímetros de ser el héroe a los pocos minutos de pisar el césped. Finalmente, no lo fue, pero al menos los blanquiazules salen de Andalucia con la portería a cero y la esperanza de haber encontrado un camino, un sello como equipo. El Dépor quere cambiar, parece que empieza a hacerlo. La duda es si llegará a tiempo ese viraje y si esa nueva fortaleza será real o de nuevo un espejismo. En una semana Riazor empezará a salir de dudas.

El Dépor aterrizaba en Cádiz con sol, pero todos los condicionantes anunciaban que se desataría la tormenta perfecta sobre él. Y durante algunos minutos así fue. Hasta Dani Giménez tuvo que hacer una felina intervención en un saque de esquina para que Cala no inaugurase el marcador. Fueron 15 minutos en los que el equipo coruñés no estaba del todo asentado en el terreno de juego y su rival, con los puñales Perea y Salvi y el llegador Álex, apretaba, no le dejaba respirar y, de paso, le buscaba también las cosquillas a las espaldas de Gaku o con jugadas en banda hacia dentro. Montero sufría, todos lo hacían. No tocaba otra que resistir y el Dépor lo hizo.

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El Dépor se trae un punto de Cádiz

El crecimiento fue llegando poco a poco a partir de buenas intervenciones de su guardameta, pero también desde la comodidad que encontró el equipo defendiendo replegado. Un poco por el empuje del Cádiz y otro poco porque al conjunto de Cervera no se le puede dejar atacar con espacios, se vio al grupo de Anquela más junto, pero unos metros más atrás. Desahogado. Era otra de las vías para ir cosiendo al equipo, se exploró y, de momento, no ha salido mal. A su rival fue entonces cuando le empezaron a entrar las dudas. Balón a un lado, pelota al otro y ya no era tan fácil entrar en esa tela de araña.

El Dépor tuvo tiempo también para asomarse en el área contraria. Quería salir jugando, pero sobre todo no complicarse y, de esta manera, el propio partido le llevó a abusar en más de una ocasión del lanzamiento en largo. En una de esas acciones Borja Galán tuvo la más clara, Cifuentes debió fajarse entonces poniendo la mano a su disparo. Aketxe empezaba a aparecer también cuando algún esférico caía del cielo y al fin se podía jugar. El panorama era diferente.

Pudo incluso el Dépor irse ganando al descanso si los asistentes del VAR se dignasen a revisar un penalti clamoroso a Christian Santos. El telearbitraje es muy útil, nadie lo niega. Eso, sí no hay quien entienda a los que lo utilizan. Otra polémica absurda, otra coartada para quien lo denosta. Por unas razones u otras el marcador no se movió.

Las malas experiencias recientes y la comodidad que encontraba en el duelo empujaban al Dépor a cambiar lo mínimo. Era como un enfermo débil que se agarraba a lo poco que había mejorado, a las seguridades. Quizás le hubiera venido bien tener un poco más la pelota para domar con menos sufrimiento al Cádiz. Era demasiado. El equipo andaluz sufre en los ataques estáticos y por eso quería darle dinamismo a su juego tras el descanso. Le seguía costando un mundo y al conjunto blanquiazul se le veía cada vez más asentado. Aun así, los locales no cejaban en su empeño de empujar, de embotellar a los coruñeses. Y, en cierta medida, lo conseguían. Fueron 20 minutos de estar alerta, de minimizar riesgos, también de aguantar. Hubo sustos, ningún definitivo. Lograba resistir de nuevo la escuadra de Anquela.

Al Cádiz también le estaba ayudando en su empuje que había jugado un día antes entre semana y que hoy presentaba ocho caras nuevas en su once. Frescura. Anquela, últimamente veloz en los cambios, llegaba con 16 profesionales al duello y fue esta vez conservador. No tenía mucho en el banquillo y no quería tocar nada, mientras funcionase. Llegado el ecuador y las ya necesarias sustituciones, el equipo coruñés pudo por fin otear la portería contraria. Álex Bergantiños seguía creciendo en el encuentro y por fin Aketxe tenía la posibilidad de aparecer en juego y se notaba cada vez que tocaba la pelota. El vasco solo tuvo una falta desde la frontal esta tarde en otra jugada dudosa que revisó el VAR. Durante un par de minutos sembró el pánico en el Carranza. Lo conocen bien. Le faltaban defensas a los gaditanos para defender su lanzamiento, hasta había efectivos locales bajo palos. Despejó Álex Fernández, el estadio lo celebró como si detuviese un penalti.

No se quedó ahí la acometida coruñesa. Jovanovic tuvo unos minutos más tarde la más clara de todo el encuentro. Tuvo calidad para bajarla después de un soberbio pase de Álex, pero no para encontrar la red. Aceleró en la acción y se le fue por poco el disparo. Ahí pudo estar la suerte coruñesa, hoy tampoco.

Nada libró al Dépor del sufrimiento en los últimos minutos. Ayudó a esa sensación de pánico el historial reciente, las decisiones de un caserísimo Arcediano Monescillo y la horrible defensa que hace a veces el equipo coruñés en el balón parado. Hizo mil faltas, algunas evitables y en su defensa concedió oportunidades claras, remates sin defensor. Cala estuvo a punto de marcar de nuevo. Hubiera sido un premio excesivo para el Cádiz y otro castigo doloroso para los coruñeses. Punto a punto...