Se acabaron las balas. Le queda la última a Juan Antonio Anquela y la agotará esta tarde para tratar de agarrarse al banquillo del Deportivo. Solo un triunfo convincente salvaría al andaluz de un despido aplazado tras el desastre del jueves en Girona, otro más, por dos motivos: la inmediatez del encuentro ante el Almería y el anuncio público que Paco Zas hizo el lunes de darle dos jornadas de margen. Hoy serán 90 minutos de juicio rápido tras los cuales habrá veredicto: aguantar una semana más a Anquela o bien cambiar de técnico.

La incertidumbre sobre el futuro del entrenador marca este duelo de máxima dificultad por el potencial del rival pero, sobre todo, por la alarmante caída del equipo coruñés. No le gana a nadie desde la jornada inaugural y su incapacidad es tal, que últimamente da la sensación de no poder hacerlo. Necesita ya un resultado positivo que levante la autoestima y permita encarar con algo de esperanza el futuro inmediato. El presente, de momento, es desolador. El jueves en Montilivi la imagen volvió a ser pésima, sobre todo en una primera parte lamentable, de los peores 45 minutos del Deportivo en muchísimos años.

Anquela no hará ninguna revolución en busca de ese ansiado triunfo, vital para él pero también para el equipo, penúltimo tras no haber sido capaz de ganar en las últimas ocho jornadas. Hará un par de retoques con respecto al once del jueves, muy probablemente para dar entrada a Borja Valle, el goleador en Montilivi, y para repescar a Gaku Shibasaki. En defensa podría sentar a Lampropoulos tras su noche aciaga en Girona y reubicar a Nolaskoain en la posición de central.

Más allá de quién juegue, el Deportivo tiene la obligación de pasar de las palabras a los hechos y sacar adelante un partido. Como sea. Enfrente, un Almería muy bien armado a base de talonario y en puestos de ascenso directo pese a venir de dos derrotas consecutivas.