El Deportivo pudo perder ayer contra el Almería por culpa de un final alocado, pero estuvo más cerca de ganar que su rival el día en el que se le exigía dar la cara después de los bochornos encadenados contra el Mirandés y el Girona. Fue un Dépor más intenso y con más hechuras en la jornada en la que más lo necesitaba su entrenador, todavía en el alambre porque el resultado no permite despejar por completo las dudas acumuladas en este titubeante arranque de campeonato.

Al menos el equipo mejoró su imagen para respiro de un Juan Antonio Anquela que llegaba al partido muy cuestionado por las últimas actuaciones. Él mismo reconoció que el de ayer podría ser su último compromiso en el banquillo blanquiazul y aún está por ver si el empate contra el Almería le da una vida extra.

En su favor juega la mejoría experimentada por el conjunto deportivista ante uno de los máximos aspirantes al ascenso. A los andaluces los recibía en medio de un mar de dudas, pero desde el comienzo el equipo de Anquela se desplegó con un plan con la pelota. Tuvo más continuidad y más soltura para conectar entre líneas sin recurrir a los balones en largo de los centrales o el portero. Las veces que consiguió elaborar alguna jugada se asomó con peligro al área del Almería, aunque le faltó claridad en los metros finales.

El arreón que precedió a la expulsión de Montero por una agresión infantil fue lo más cerca de marcar que estuvo el Deportivo, penalizado por su falta de puntería y la poca participación de sus delanteros.

Eso está en el debe de Anquela, que no logra involucrar a sus jugadores más adelantados para inclinar los partidos a su favor. Ayer Longo apenas participó y cuando lo hizo fue para descargar el juego en posiciones alejadas de la portería rival. Tampoco estuvo acertado Christian Santos, que no sumó ninguna oportunidad y se mostró torpe con el balón en sus intervenciones.