Hablo a menudo con Luis César. Tenemos una relación fluída, ya no solo porque me entrenase en su primera experiencia en un banquillo en Ferrol, sino porque hemos seguido en contacto. Ya entonces, cuando Isidro Silveira le dio la alternativa y pasó de un día para otro de jugador a entrenador, dio el paso con normalidad. Era una persona inqueta, estaba preparado. Como jugador ya era una persona que buscaba el porqué de lo que sucedía en el campo, que se interesaba por diferentes aspectos del juego. En Ferrol disfrutó de muy buenas etapas y, a pesar de bajar, volvió a subir al equipo al año siguiente. Tuvo momentos peores y mejores, pero su trayectoria es una de las más completas de la categoría. Siempre dirigió a grandes equipos y subió al Nàstic a Primera. Pocos en Segunda han entrenado más que él. Además de dedicación y conocimiento, tiene ilusión y pasión por lo que hace, por este reto. Esta capacitado para la labor que se le ha encomendado. Siempre le ilusionó ir al Dépor, lo hablamos. Ahora por fin va a cumplir ese sueño que tenía.

De la mano de Luis César los aficionados de Riazor verán sobre todo a un equipo que tenga soluciones. Al defender será un conjunto con las ideas claras en la presión y en los robos y en ataque tendrá variantes y automatismos. Será un equipo intenso con y sin balón. Conozco a Luis y sé que le da muchísima importancia a las transiciones. Y cuando pueda y las circunstancias se lo permitan, va a querer ser dominador y tener a pelota, pero no por el simple hecho de tenerla, con una intencionalidad.

Ha tenido a lo largo de estos años una evolución lógica como entrenador, como la hemos tenido todos. No nos podemos quedar parados y él ha ido viendo lo que necesitaban y lo que le demandaban sus equipos. No es que no sea el mismo Luis César de hace 20 años, de cuando se estrenó conmigo en A Malata, sino que es diferente a hace dos años. Le veo con fuerza y con ganas después de la experiencia de Tenerife y estoy seguro de que todo saldrá bien. Sacará al Dépor de la situación en la que está.