Sigue la pesadilla, el Dépor anhela ver la luz. No parece haber manera de que el equipo coruñés gane. No lo hace desde la primera jornada y en Santander no estuvo lejos de lograrlo, a pesar de su desastrosa primera parte, que explica con mucha certeza los males de este equipo. El descanso fue milagroso para el grupo de Luis César. Saltaron los mismos jugadores, el equipo era diferente. Esa metamorfosis les resirvió para, a pesar de sus imperfecciones, acorralar a un Racing que lo pasó mal, muy mal. El punto sabe a poco y solo consuela si ejerce a modo de anuncio de los muchos que están por venir en breve. El primer paso en un espinoso camino.

El Dépor anhela un despertar para el que poco puso de su parte en los primeros 45 minutos. No era fácil, eso seguro. Las piernas pesaban, se agarrotaban. La mente se nublaba. Pero entre los nervios, las propias taras de este equipo y la falta de contundencia, se autocondenó desde el primer tramo de partido. El Racing, un conjunto justito, fue superior con muy poco. Más intensidad y, sobre todo, mejor posicionamiento. La puntilla fue el tanto de Yoda que se rió de todo el entramado defensivo izquierdo de los coruñeses. Un insulto para cualquier profesional, un insulto para cualquier deportivista y más para los 450 que se plantaron, a pesar de todo, en El Sardinero. ¡Qué cruz!

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El Dépor salva un punto en Santander

Casi sin querer, el tanto lanzaba a los locales cuesta abajo. Todo venía diferente, de cara para ellos. Nuha, entre fingimientos y alguna acción de mérito, daba guerra a los blanquiazules. Tuvo alguna arrancada que hizo temer por un 2-0, pero sobre todo ese primer acto fue una demostración de lo destrozado que está este equipo por momentos. El centro del campo no existía, la salida de balón era calamitosa, no se ganaba un balón por arriba en el fútbol directo, la zaga era un flan y puntales como Aketxe o Longo seguían desaparecidos. Solo alguna intentona de Koné casi en solitario suponía un leve haz entre las tinieblas. Casi marca en un despeje orientado de Lampropoulos, estuvo a punto de aprovechar un pase en profundidad de Montero. Un guerrillero que tenía que buscarse las habichuelas en solitario, no podía estar peor rodeado. De lo poco que llevarse a la boca.

El Racing, muy cómodo, bajó un poco el pistón, en gran parte porque el Dépor no le requería ni el más mínimo esfuerzo. Solo una contra que culminó con un despeje al centro de Salva Ruiz puso algo de picante en lo últimos minutos. El conjunto coruñés solo tenía tiempo, porque como equipo no era nada. Sus jugadores no le ayudaban, pero la mano de Luis César no se notaba ni lo más mínimo.

El Dépor fue otro en la segunda parte. Fueron quince minutos de descanso y reflexión que supusieron muchísimo para el grupo de Luis César, que por fin se le vio influyendo en su equipo. El conjunto coruñés adelantó líneas, se puso a tocar y se mostró, sobre todo, más activo tras pérdida. Era otra cosa con Peru al mando, tampoco era muy difícil elevar el nivel. Al estar mejor rodeado y tener tras él a un grupo con unos mínimos futbolísticos, brilló aún más Koné. El marfileño está muy por encima de sus compañeros. En el minuto diez ya había mandado un balón al palo, pero donde realmente fue decisivo fue en el gol del empate. No hay que menospreciar el remate y el desmarque del especialista Jovanovic, pero gran parte del mérito del tanto está en su pase en profundidad. Es la luz, la diferencia que deberían hacer Longo y Aketxe, dos de los más tocados de este duelo, junto a Gaku, que se quedó sin jugar.

La igualada hizo nivelar un tanto el duelo, pero los nervios estaban sobre todo en el bando local. El Racing quería dar un paso al frente, pero no dejaba de achicar y de temer la desgracia. Luis César tiró de Christian Santos y, sobre todo, de un Mollejo que le puso una marcha más al encuentro. Se le echó de menos de inicio, pero como revulsivo cumple también. Eso sí, cuanto más centrado juegue, mejor le sentará al equipo y a él mismo. Sin librarse de algún susto, el partido murió en el área cántabra con un Dépor que tenía la sensación de no haber sabido rematar a su rival. Hubiera sido un golpe encima de la mesa, ahora habrá que posponerlo a Fuenlabrada. El deportivismo anhela y, sobre todo, necesita que esa segunda parte no se convierta en otro espejismo. Ya nadie se fía, solo queda la fe.