Paco Zas atravesó el umbral del piso de la plaza de Pontevedra como presidente, colgó la chaqueta y prácticamente lo primero que hizo fue sentarse con Jorge Valín (A Coruña, 2000) para cerrar su renovación. Una decisión, también un mensaje. Él, que había sido casi más fabrilista que deportivista, llegaba dispuesto a cambiar el chip del club, a fomentar esa cultura de cantera que se le ha resistido en las últimas décadas al gran vivero español de mediados del siglo pasado. Por política deportiva, por entorno, por nivel competitivo. Ahora tocaba tomar decisiones de arriba hacia abajo. Antes de que fuese efectiva la metamorfosis, de recoger réditos, había que proclamar que algo ya se estaba moviendo en Abegondo. Y el abanderado fue el lateral coruñés. La firma ya demostraba una intención, pero ahora hay que refrendarla con más y mejor trabajo en la base y con el atrevimiento de ponerlo a jugar, de no construir tabiques cuando enfila el primer equipo con el camino despejado. La coyuntura es dura, la presión se multiplica con la amenaza de la Segunda B latente. Aun así, sería inexplicable que no se apostase por él en este domingo, sobre todo, con el ambiente tan viciado en el primer equipo y con el Fabril empezando a volar. Ni inventos ni reconversiones, él. Supone un riesgo, nadie lo pone duda, aunque toda alternativa tiene un punto de salto al vacío. Ahora mismo no hay ningún '2' nato disponible ante el Elche, los profesionales se están cansando de dar un nivel ínfimo y Jorge es una de las joyas de la cantera. ¿Qué más hace falta para atreverse? El pasado reciente juega levemente en su contra, aunque a su debut en Gran Canaria hay que ponerle muchas salvedades. Se produjo en el peor contexto posible. No brilló, tampoco desentonó en el desastre general. Dadas las trayectorias entonces de Las Palmas y el Dépor y su condición de debutante, aquella tarde iniciática fue como aprender a surfear, catar por primera vez la tabla en las olas de récord de Nazaré. Hubieran engullido a cualquiera. Tito Ramallo comentó en más de una ocasión que cuando se atrevió a alinear a Insua en Segunda B con 16 años, además de apostar por él, le otorgaba el derecho a equivocarse. Era lógico, ni siquiera era aún mayor de edad. Y claro que falló, también supuso un aprendizaje. A otro nivel, Valín debería también poder errar, no hay que presuponer que ya es infalible. Que la grada sea paciente. Esa es la verdadera confianza, la que no es de boquilla, así se empieza a construir un club de cantera, sea en la categoría que sea. ¿Debutará este domingo como titular en Riazor?

Valín llegaría a un equipo que, en el medio de su indefinición, pretende construirse desde una mayor seguridad defensiva, los extremos a pierna natural y menos fútbol entre líneas. Por incomodidad, jugar en Fuenlabrada sí que es como ir al dentista, no las visitas a Madrid y Barcelona que temía Caparrós. Esa mezcla de ritmo, fútbol directo y confianza por las nubes de los madrileños tejen una tela de araña de la que parece casi imposible escapar. Al grupo coruñés tampoco le sobran argumentos para imponerse con otro fútbol, el del balón al piso, posesión, circulación punzante. Anémico, no está para digerir grandes banquetes. Eso sí, en el medio de la planicie que es como equipo y no sin sustos, sobresalieron el pasado fin de semana Lampropoulos y Montero. Están más arropados, el griego lleva unas semanas a un mejor nivel. No es un mal punto de partida ese fortalecimiento del entramado defensivo y que los centrales ganen en confianza, pero es todo tan inestable y tenue en este Dépor...

A Luis César le está costando tanto ganar como mantener el ánimo alto en su grupo. Él también tiene derecho a equivocarse y más con lo que ha heredado, pero las semanas pasan y las urgencias aprietan. Ahora mismo el mejor consuelo para este Dépor es que el calendario solo marca el principio de noviembre y la salvación está a cuatro puntos. El resto le señala como el peor equipo a día de hoy en la categoría. Su técnico cree o necesita creer. Al igual que hiciera Fernando Vázquez en 2013, él si ve luz al final del túnel, algo le dice que la reacción está a punto de llegar. El guía debe dar consejos futbolísticos, reorientar al grupo y también seguir teniendo fe cuando ya pocos la preservan. El fin de semana habrá que convencer a un Riazor, al que solo le valen los resultados. Otro domingo histórico y tenso.

Convivir con la derrota

El Dépor Abanca perdió por primera vez después de año y medio. Una proeza que ahora deviene en una nueva prueba. El grupo de Manu Sánchez debe experimentar lo que supone, las consecuencias de una derrota. Todo se agrava porque con el parón de Liga y una huelga indefinida en ciernes puede acabar masticando el 4-1 un tiempo. No será agradable esa sensación, pero le servirá para madurar, para crecer, para estar mejor preparadas. Ya le pasó algo parecido en verano con el 1-5 del Granadilla en el Teresa Herrera y pronto entendieron lo que le esperaba, cómo debían reaccionar. Ahora lo volverá a hacer. Seguro.