El Deportivo regresará el domingo a Riazor frente al Elche (12.00 horas) para disputar su séptimo partido de la temporada como local y saldar una deuda que mantiene con sus aficionados desde la jornada inaugural, cuando se impuso al Oviedo. Es la única victoria en el curso actual de los blanquiazules, que en su feudo cedieron tres empates y dos derrotas desde aquel estreno de la competición el pasado 18 de agosto. Seis puntos de 18 posibles, un bagaje muy pobre para cualquier equipo que tenga un mínimo de aspiraciones. Es decir, dejó marchar doce cuando apenas se lleva un tercio del campeonato, justo la mitad de los que cedió la pasada temporada (24), muestra de la debilidad como local y una de las principales causas de que perdiese el ascenso directo.

Pese a los números negativos que el equipo coruñés ofreció ante su parroquia durante el curso pasado (tres derrotas y ocho empates en 21 partidos en la Liga regular) fue en casa donde pudo salvar la temporada. En Riazor venció por la mínima al Mallorca (1-0) en la antepenúltima jornada del campeonato, un triunfo que le dio casi el pase a la promoción de ascenso; en Riazor remontó ante el Málaga en la primera eliminatoria de esta fase (4-2), y en Riazor consiguió dos goles de ventaja en la ronda final de dicha fase de ascenso (2-0) frente al Mallorca, resultado que estropeó pocos días después en su visita a Son Moix en el partido definitivo. Cerró el curso en casa con un triunfo e inauguró el actual con otra victoria, pero no hubo más. Ni tan siquiera fuera.

El ejemplo más reciente de lo que significa ser fuerte en feudo propio es Osasuna, que el año anterior pasó de estar en el pozo de la clasificación a ascender como campeón de Segunda con una ventaja asombrosa (ocho puntos sobre el segundo „Granada„ y trece sobre el tercero „Málaga„), debido a su potencial en El Sadar, donde ganó 19 partidos y concedió solo dos empates. Pero el de los navarros no es el único ejemplo a lo largo de la historia del fútbol, en la que también el Deportivo escribió sus mejores hazañas haciéndose fuerte como local; los ascensos; el título de Liga y algún subcampeonato „casi título„ se debieron al buen hacer en Riazor; sin embargo hay que remontarse al curso 1985-1986 para encontrar la última temporada en la que el cuadro blanquiazul no perdió ni un solo partido en su campo. Eso sí, cedió seis empates, es decir, seis puntos.

ese buen hacer en casa resultó insuficiente para alcanzar un ascenso que estaba hecho en el caso de puntuar en Oviedo en la penúltima jornada, en una de las primeras salidas multitudinarias de la afición deportivista, con más de cinco mil seguidores blanquiazules en las vetustas gradas del Carlos Tartiere. Un empate dejaría a los hombres de Chuchi Aranguren, entonces técnico deportivista, a las puertas del ascenso, con 44 puntos a falta de un partido, los mismo que el Sabadell y el Mallorca, que fueron los que acompañaron al Murcia en su camino a Primera División. Un punto bastaba, pero apareció la figura de Caetano Bueno, un árbitro andaluz, que expulsó a Silvi a los 32 minutos de partido y señaló el penalti definitivo a favor de los locales en el minuto 72 (1-0), en una actuación que La Nueva España definió en su crónica del 13 de mayo de 1986 de "un poco caserillo".

Ganó el Deportivo el último duelo en Riazor contra el Tenerife, pero necesitaba que no lo hiciesen el Sabadell ni el Mallorca, ya que incluso se vería favorecido en el caso de un triple empate, pero fue una victoria pírrica, no le sirvió para nada. Como tampoco el hecho de haber vencido en trece de los diecinueve partidos jugados como local. Solo concedió seis empates en una época en la que las victorias se pagaban con dos puntos. Fueron seis los que se marcharon de Riazor; el doble de los que los blanquiazules dejaron escapar en 1990-91, el curso del retorno a la máxima categoría. En esa temporada, los deportivistas ganaron todos los partidos a excepción de dos, cuando perdieron con el Eibar (2-3)) y empataron con el Las Palmas (0-0). Resultados que compensaron con las tres victorias y las siete igualadas en sus desplazamientos.

Fue ese el mejor curso de los deportivistas en como local en los últimos treinta años, incluso mejor que la temporada en la que el club coruñés se proclamó campeón de Liga „1999-2000„, esa campaña en la que la fortaleza en casa trajo para A Coruña el único título de la competición regular. Aquel año fueron ocho puntos los que cedieron los jugadores de Javier Irureta, que perdieron contra el Numancia (0-2) y el Racing de Santander (0-3) además del empate contra el Zaragoza en la antepenúltima jornada (2-2). Fue la clave, ya que en la segunda vuelta el equipo campeón solo fue capaz de ganar en el Sánchez Pizjuán y de empatar en Santander.

Un logro similar al de la temporada 90-91, lo alcanzó el Deportivo 21 años después, campaña 2011-12, también en Segunda División, cuando a las órdenes de José Luis Oltra se proclamó campeón e la categoría con récord de puntos (91) merced a su fortaleza en casa, donde dejó escapar únicamente 7 puntos (dos empates y una derrota), que serían cuatro con el sistema de dos décadas antes. Una derrota y tres empates fue lo que concedió el cuadro coruñés en 2000-01, el año en el que defendía el título, en el segundo mejor papel como local. Desde entonces los números se empezaron a igualar, sobre todo a partir de 2004-05, cuando las victorias empezaron a ser inferiores a los otros dos resultados adversos.

Nunca tanto como en la actualidad, que suma un solo triunfo en seis partidos, en los que acumula dos derrotas y tres empates en un errático recorrido que llevó al equipo a ocupar en solitario el último puesto de la clasificación, a cuatro puntos de la salvación; a catorce del ascenso directo y a doce de la promoción de ascenso, a ese sexto puesto que le corresponde acordó con el que ocupa por el límite salarial. De ahí la trascendencia del partido del domingo frente al Elche, pues de este campo no pueden salir más puntos. Lo contrario solo podría tener un significado...