Una semana sí y otra también, el Dépor acaba el partido en la lona, aturdido, condenado casi siempre por su mandíbula de cristal, por sus guardias blandas. Hasta los empates han asimilado el sabor de las derrotas. Ni siquiera la bala del nuevo técnico ha surtido efecto. Luis César empeora incluso a Anquela en números, no así en sensaciones. Su equipo se levanta de los golpes, es más seguro. Es cierto que sigue penando por errores individuales, pero su estructura defensiva es más consistente, está mejor armada. Aun así, no le llega. Esa es su última desgracia. Lo peor para el Dépor ante el Elche no fue haber perdido, fue lo poco que necesitó su rival para doblegarle. Un par de concesiones, Nino buscando las cosquillas entre líneas, cierta holgura en el toque para un contrincante a medio gas... Y así, así de fácil, lo tumbó. Cuando mejora por un lado empeora o no le llega por el otro. Débil, justito. Y el reloj a estas alturas ya pone a cualquiera de los nervios con el club irremediablemente camino de Segunda B. Lógicos y hasta necesarios los gritos de malestar al final del partido. ¿Qué cabría esperar?

Los momentos de deriva absoluta acaban tocando hasta a lo infalible. Si el Dépor perdió este domingo fue en gran parte por ese penalti inexplicable que cometió Dani Giménez. Se le ha señalado por el gol de Fuenlabrada, por el primer tanto ante el Elche, pero donde por desgracia realmente influyó fue en esa acción. Falló, sí, otras muchas veces ha parecido sobrenatural, sobre todo la pasada temporada. Si hay alguien que merezca un voto de confianza, ese es él. En un equipo con tan pocas seguridades, tan cambiante, es necesario darle la oportunidad de que sea de nuevo él mismo. Algo conocido a lo que agarrarse. Otro de los pocos que quedan de este verano y es un fijo para todos los entrenadores es Álex. La llegada de Peru y su buen nivel le han restado importancia en el entramado coruñés. Incómodo, no está ofreciendo últimamente su mejor versión y no hay que dejarlo fuera de la ecuación de los cambios. Las bajas ante el Extremadura pueden posponer cualquier decisión, pero una de las posibilidades para dotar de creatividad y seguridad al Deportivo es jugar con tres por dentro rescatando a Vicente y Gaku. Más allá de que fuese necesario que el japonés catase banquillo, es ilógico que se perpetúe en él sin ni siquiera un minuto. La revolución tranquila, gradual se queda corta y necesita más agitación. Tímido, Luis César debe buscar, rebuscar, tocar teclas. Hasta los jugadores tienen en parte dudas con lo quiere o hacia dónde va. Borja Valle, otro de los capitanes, lo verbalizó ayer. Este Deportivo no precisa de reacciones tibias que se acaben quedando en nada. Tic tac. El mes de diciembre ya asoma.

En las antípodas de estos tres futbolistas está Mujaid. De la experiencia al casi debutante que ni mucho menos defraudó. A los dos minutos ya estaba progresando y haciendo un recorte por banda. Era el anuncio de que no se iba a arrugar. La decisión más consecuente hubiera sido alinear a Valín, pero si la idea era tener una especial vigilancia con Fidel, tiene lógica que haya elegido al fabrilista por delante de Borja Galán. Y en estas situaciones lo que la cantera reclama es ni un paso atrás con el chaval que funciona. Si Mujaid ha rendido, debe seguir. Y la mirada hacia el Fabril tendría que ampliarse a otros de sus referentes ahora que el equipo de Luisito ha cogido velocidad de crucero. El Dépor como entidad y a todos los niveles no debe medir ni guardarse nada en la lucha por salvarse, por subsistir. Nada ni a nadie.

Y enero se acerca

Las decisiones que pueden librar al club de caer en el abismo llegarán desde dentro del vestuario y también desde fuera. El mercado de invierno está ahí y el Dépor debería estar tomando ya decisiones estratégicas para que no le ocurra lo mismo de hace dos años cuando afrontó esa fase crucial con titubeos y sin nadie al mando en la dirección deportiva. La plantilla no es tan mala como parece, pero tiene unos lunares evidentes. La elección de entrenadores ha vuelto a ser residual en el proyecto persistiendo en errores del pasado. Los fallos de Carmelo del Pozo y de la directiva que aprobó fichajes y directrices son evidentes. A día de hoy desde la plaza de Pontevedra no ha traslucido falta de confianza a la labor del director deportivo. Si siguen creyendo que es el adecuado, debe ser él el que fiche y busque soluciones, a pesar de que el límite salarial está apurado al máximo. Si hay dudas, las decisiones no se deben posponer y tiene que estar claro quién va a configurar la plantilla en el mercado de invierno. El Dépor, en una situación límite, no se puede permitir más errores y vacilaciones.