"Veloso es uno de los mejores delanteros que ha tenido el Dépor en toda su historia y eso ya es mucho decir". Luis Martínez Montero Manín (blanquiazul entre 1955 y 1964), es categórico al colocar al recientemente fallecido en el altar de los elegidos. Por A Coruña han desfilado Chacho, Luis Suárez, Amancio, Mauro Silva, Bebeto o Makaay y él no les desmerece. Manolete, presidente de los veteranos y compañero suyo en la temporada 64-65, considera que "hoy en día ya no hay delanteros como él. No era muy atlético, pero sí listo y muy habilidoso. Un hombre de club". Otros de los que está en ese olimpo y se convirtió en su gran socio en el Dépor de los 50 y 60, Amancio Amaro, le da la razón y arroja algo más de luz sobre cómo era aquel delantero que no pudieron disfrutar las generaciones gloriosas de deportivistas de los años 90. "Era rápido, tenía mucho olfato de gol y un muy buen disparo", avanza. "Jugamos mucho tiempo juntos y nos entendíamos muy bien; pudimos devolver al Dépor a Primera en 1962".

Antes de esa fecha referente, Veloso llegó como un proyecto de futbolista criado en Santiago y arrebatado al radar del Celta. Verano de 1958. Dejaba el Turista y se plantaba en A Coruña. Junto a él Amancio, siempre Amancio. Quien pisaba de nuevo entonces el vestuario de Riazor era Dagoberto Moll. Había jugado en el Dépor entre 1949 y 1954 y regresaba al final de esa década para dar un golpe de timón a un equipo que coqueteaba con la Tercera. Él era el capitán y se encontraba a dos imberbes que harían historia. "Veloso era veloz, goleador y luchador, nada que ver con Amancio, un regateador nato. Eran los dos muy buenos jugadores interpretando el fútbol, aunque muy diferentes", contextualiza el uruguayo, aún tocado por la noticia de su deceso porque "era un buen muchacho. Nada fanfarrón, aunque un poco callado. Como en todo vestuario, tenía sus amistades".

"Parábamos mucho en el Bar Muiños de la calle de la Estrella. Íbamos allí a tomar unas tazas, era lo que se hacía entonces". Manín fue uno de esos futbolistas con los que intimó en sus siete años en A Coruña. En las distancias cortas, "era muy simpático" y le vuelven a la mente algunas chanzas de las que le gastaban en aquel ambiente distendido de la zona de vinos. "Iba a casarse y le decíamos en broma que venía la Santa Compaña", recuerda aún riéndose. Otro de los que intimó con él en aquella época fue Ramón Allegue Martínez Padrón (deportivista entre 1962 y 1964). "Ya lo había conocido en el Turista, pero en el Dépor nos hicimos íntimos. Compré un piso en su mismo edificio en A Coruña cuando me fui a jugar allí. Uno vivía en el 7º y el otro en el 9º. Me llevó de la mano. Incluso fuimos socios en una tienda de deportes al lado de los Cines Equitativa. La cerramos cuando él se marchó al Madrid y luego ya me fui al pueblo (A Pobra) y monté un cine", asegura en una conversación en la que, por momentos, se le entrecorta la voz por la emoción. Más allá de las notables cualidades que apreciaba en un Veloso, al que veía "a la altura de los más grandes de España", esa afinidad le sirve para aportar pistas sobre su lado personal. "Era afable. Había que conocerlo, tenía su forma de ser, como todos. Amaba a su tierra. Quizás no sentía tanto cariño por A Coruña, pero quería triunfar en el Dépor y en el Madrid y lo consiguió. Era un triunfador", cuenta.

Veloso, abajo en el centro con Amancio a su izquierda | Foto: APD

Padrón, más allá del poso que le dejó, tampoco olvida anécdotas que explican en parte cómo era aquel futbolistas que fue pichichi de Segunda en 1961 y que logró más de 100 tantos como blanquiazul. "No era un estilista, pero sí un genio. Estábamos jugándonos el descenso a Segunda (1963) en un partido ante el Betis y seguíamos 0-0. De repente, su portero, Pepín, se puso a botar el balón y él, en un despiste, se lo arrebató y marcó", relata una jugada muy jalonada entonces por Riazor y que recuerda a la maniobra de Toni con Tamudo en la final de Copa Espanyol-Atlético del año 2000.

Manjares ante la añoranza

En 1965 el Dépor descendía de nuevo a Segunda y esta vez su jugador franquicia no se quedaba. Le esperaba el Madrid y de nuevo Amancio, que llevaba ya tres años en la casa blanca. A ambos también se les unía otro de los mejores productos de la cantera coruñesa, del Victoria, Jaime Blanco. En la capital le costó ser protagonista, aunque ganó una Copa de Europa y tres ligas en cuatro años. Su mejor temporada fue la 1966-67 en la que logró nueve tantos en tan solo 16 partidos. En ese tiempo, aún más lejos de casa, los lazos entre Amancio y Veloso se estrecharon. "Éramos vecinos, vivíamos en el mismo edificio. Ahí la relación ya fue más cercana", avanza el balón de bronce de 1964. De aquella época y de todo lo vivido en Riazor, el coruñés recuerda, sobre todo, "la morriña" que siempre tenía su compañero. Una de las maneras de paliar esa añoranza era con cargamentos regulares de manjares de su Compostela natal. "Era muy gallego. Cada dos por tres recibía productos de nuestra tierra en su casa, a veces igual se comía un queso de bola él solito, le gustaba. También era muy de grelos y cachelos", relata Amancio.

Dejó Madrid y acabó su carrera jugando en el Ourense; en el Rayo, con el que fue testigo directo del gol de Beci en 1971; y finalmente en el Compos. Casi todos aquellos futbolistas acabaron perdiendo el contacto con él, muchos lo vieron por última vez en 2006 en la comida de veteranos del Centenario del Dépor. Solo Manín lo fue a visitar con su cuñado hace años a un mesón que regentaba en Madrid. Hoy todos se acuerdan de uno de los mejores delanteros que ha pasado por Riazor.