Un Dépor autodestruido, lleno de nervios y falto de fútbol, hinca la rodilla ante un Zaragoza infinitamente superior que le deja a ocho puntos de la salvación y con un destino marcado: estar la próxima temporada en Segunda B. Solo parecen separarle unos meses de la categoría de bronce. El equipo creía haber construir en las últimas semanas una fortaleza que se reveló como un castillo de naipes, que se vino abajo con el disparo al palo de Luis Suárez. Ni le habían marcado y ya perdía. El conjunto coruñés, inofensivo en ataque, empequeñeció y empequeñeció hasta la mínima expresión ante la revelación de sus propios fantasmas y volvió a las andadas atrás; solo les faltó colgarse del larguero para contener a los maños. El amago de reacción tras el 1-2 acabó enterrado por el excelso fútbol de Ros y, sobre todo, Eguaras, y por la pegada de Luis Suárez. Ni el penalti parado por Dani Giménez sirvió para rescatarle. El Dépor, inerte, ni luchó por una remontada imposible. Ya firmó su funeral, ahora transita obediente hacia el fatal desenlace. Ni fútbol ni amor propio para rebelarse. Un campeón de Liga, camino del infierno.

Luis César decía en la previa que su equipo ya merecía ganar y solo hizo méritos de manera tímida hasta el minuto 20. Fue lo que tardó el Zaragoza en apropiarse de la pelota y crear la primera ocasión en una mala salida de balón de Lampropopoulos. Luis Suárez mandaba el balón al palo y en teoría le daba una vida extra al equipo coruñés. En realidad, no era así. Esa jugada destapó todos los miedos. Los jugadores vieron pasar ante sí las 17 derrotas, los 30 goles, todas sus vergüenzas... Ya había mostrado el grupo blanquiazul en los minutos previos lo inofensivo que es en ataque y esa jugada le hizo dar un paso atrás y convertirse ya de manera definitiva en un conjunto inmensamente largo. El grupo aragonés se gustaba con la pelota y los coruñeses no salían de su área, solo esperaban el momento en el que fuesen ajusticiados. Fue en un gol de Guitián en un saque de esquina. Los miedos son entendibles, la falta de personalidad de esta plantilla y de este técnico es alarmante.

Tras el golpe, tuvo la inercia de echarse arriba, pero no creía ni lo más mínimo en lo que estaba haciendo. Seguía siendo un equipo muerto. El 0-2, la estocada llegó en una recuperación y progresión por banda de Javi Ros. Puado lograba un bonito tanto de cabeza. Entre los miles de errores blanquiazules en la jugada, el Zaragoza desnudó a su contrincante sobre todo por las nulas ayudas en banda. Había gente en la grada que se marchaba, algún pito, pero sobre todo frialdad. O ayudaba o se callaba o se iba. Era un entierro en diferido en el que abundaba sobre todo el silencio.

Luis César tiró de banquillo en el descanso. Frescura y carácter ante una derrota segura, eso era lo que buscaba. Los elegidos era Beto da Silva y Borja Valle, se quedaban en el vestuario Aketxe y Koné. Y ambos, en dos minutos, ya habían fabricado el 1-2. Gran combinación del peruano y el berciano fue muy certero. El tanto fue una luz en las tinieblas de Riazor. El Dépor apretaba, subía líneas, quería el empate, casi lo consigue en otra acción de Borja Valle. El Zaragoza se frotaba los ojos ante la incredulidad de poder perder puntos en un partido que tenía más que controlado. El problema es que la efervescencia fue solo eso y perdió fuerza. Y cuando se fue el gas, el fútbol coruñés era tan insípido como siempre.

El Zaragoza tardó algunos minutos, pero consiguió agarrarse al balón para mover y hacer correr al Dépor. Eguaras y Ros son unos futbolistas soberbios, inteligentes como pocos. Daban criterio, sorteaban líneas con pases verticales, con fintas. Un clinic. El equipo coruñés empezaba a perseguir sombras, una de ellas la del imponente Luis Suárez, es lo más parecido en esta Segunda a esa estampida de la que hablaba Valdano cuando atacaba Ronaldo. Primero se fabricó de la nada un penalti, que erró ante Dani Giménez y minutos después, pleno de calidad y potencia, acabó batiendo en una contra al meta blanquiazul. 1-3. Por el medio, una docena de minutos en los que el Dépor quiso, pero estuvo lejos de poder y, sobre todo, un rival que es un verdadero equipo con futbolista con un nivel de Primera División en la media y en el ataque. Cuando se quitaba la paja, solo quedaba el fútbol y ahí el Zaragoza fue siempre muy superior.

Los últimos minutos fueron muy tristes para el Dépor y el deportivismo. La grada protestaba, pero sin ganas, harta de apilar decepciones y de no ver soluciones. El equipo ni buscaba el 2-3. Está rendido. Más allá de sus infinitos defectos, esa es su peor condena, la que ya está pagando sin haber sido condenado. Desolador panorama en el día de su 113º cumpleaños.