Tres zarpazos le bastaron al Zaragoza para desarbolar el sistema defensivo que a Luis César le había servido en los dos últimos partidos para mantener la portería a cero. Mientras, el Deportivo necesitó de diez intentos para conseguir un mísero gol que no sirve absolutamente para nada, solo para llevar la ilusión a la grada durante unos minutos pero nada más.

Y no es que el Deportivo defendiese mal, es que en las segundas partes de cada uno de los periodos fue superior el rival, sobre todo en la primera mitad cuando el equipo aragonés anotó los dos goles y se hizo dueño del balón y del partido. En la segunda, en esos minutos finales, el Zaragoza jugó y controló la necesidad del equipo coruñés, ansioso por ganar, ansioso por marcar y la ansiedad siempre es mala compañera de viaje.

Más allá de los números, que hablan claramente de que el Deportivo es carne de Segunda División B, las cifras también dicen que hay tiempo para recuperarse pero... Ya no valen las palabras, es momento de actuar, era momento de actuar hace ya más de una jornada, pero sobre todo en Riazor.

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El Dépor cae 1-3 ante el Zaragoza

El Deportivo se convirtió en un simple juguete en manos de cualquier adversario, que juega con su necesidad, con su falta de cabeza y eso le permite dominar los partidos en todo el campo, en las dos áreas, y el rival en la propia se siente seguro porque sabe que los atacantes blanquiazules no van a tener una reacción normal, sino la propia de cualquiera que esté agobiado; y en la blanquiazul, todos saben que no necesitan demasiado porque con nada acaban marcando.

Ya no es una simple cuestión futbolística, esto trasciende mucho más allá, de algo que necesita un apoyo que quizás no tenga que ver con el asunto deportivo, que aporte una ayuda mental. El nivel futbolístico de estos jugadores es superior a lo que demuestran, pero el marcador es el que manda y el que acaba decidiendo.