La última vez, y la única, que el Dépor ganó un partido se podía ir en bañador a Riazor. Era pleno más de agosto y desde aquel lejano rayo de luz todo es oscuridad, dentro y fuera del campo. Drama tras drama, uno detrás de otro. Y en esas sigue el equipo coruñés, hundiéndose cada vez más a todos los niveles para convertir en un auténtico milagro no el objetivo inicial del ascenso, enterrado hace muchísimo tiempo, sino el de la permanencia. Es la triste realidad de este Deportivo tan ramplón que deambula irremediablemente hacia la Segunda B. Solo lo salvará una reacción extraordinaria y duradera que a la fuerza debería empezar a gestarse esta tarde en Ponferrada. Ganar para por lo menos tener algo a lo que agarrarse. La misma cantinela de todas las semanas.

Tan crudo lo tiene, que ya no le vale solo con sumar, aunque sea fuera de casa. De punto en punto no saldrá del hoyo. Porque con solo 12 en 19 partidos, y a ocho de la salvación, las únicas cuentas válidas son las de enlazar varias victorias seguidas. Una auténtica quimera, tal y como está ahora mismo el equipo. En El Toralín buscará la primera con Luis César ante un rival modesto pero que le dobla en puntuación. La Ponferradina tiene claro cuál es su plan, que pasa sobre todo por la fortaleza como bloque, por la intensidad máxima y por buscar ataques directos y segundas jugadas.

El Dépor, en cambio, sigue en construcción en pleno mes de diciembre. La mejoría que mostró ante el Alcorcón, y luego en menor medida en Lugo, se esfumó con el desastre de partido ante el Zaragoza. Vuelta a empezar para Luis César, condicionado por las bajas de Gaku y Valle para completar la lista. Mantendrá el 4-3-3 de las últimas semanas y a casi todos los protagonistas. Jovanovic podría entrar por Aketxe, quien no viajó por decisión técnica, al igual que Longo y Salva Ruiz. Bolo tiene las bajas de Sielva y Manzanara, y está pendiente del estado del veterano Yuri, con molestias.