Regresa igual que llegó por primera vez en febrero de 2013, convertido en la última esperanza del Deportivo para evitar otro descenso, ahora a Segunda B. Hace seis años y medio cayeran por el agujero negro del banquillo de Riazor y Domingos Paciência. Esta temporada fueron Juan Antonio Anquela y luego Luis César los que no dieron con la tecla de los buenos resultados, la que el técnico de Castrofeito quiere volver a afinar como hizo durante el año y medio que dirigió al conjunto coruñés en su anterior etapa en Riazor, tanto en Primera, acariciando una permanencia que parecía imposible, como en Segunda, devolviendo al equipo a la máxima categoría al primer intento. El Dépor ficha un entrenador, pero no solo. Fernando Vázquez también es un motivador, un reanimador e incluso un pacificador, un perfil que encaja en la actual situación del club.

Carisma puro y, además, 100% deportivista. Rebosa ilusión y sabe contagiarla, tanto a los jugadores como a los aficionados. Un tipo normal, coherente, con sentido común, pero a la vez apasionado. Un estandarte en el que apoyar la reacción fomentando la unión de todo el deportivismo y rebajando el nivel de crispación en un momento de especial dificultad, deportiva e institucional. Precisamente ese carácter conciliador y cohesionador de Vázquez tuvo mucho que ver en la elección del candidato Fernando Vidal, quien lo considera el pegamento ideal para juntar piezas dañadas o rotas, aparcar diferencias y conseguir que todos, dentro y fuera del campo, remen en una misma dirección para evitar el abismo de Segunda B. Todo suma para ayudar a la reacción, también los gestos de Vázquez, su nervio, su puño cerrado, sus arengas, su discurso siempre optimista y hasta sus carreras por la banda. Energía y luz para revitalizar a un equipo y a una hinchada que, como él, quieren creer.

En febrero de 2013, con el Dépor prácticamente desahuciado, Augusto César Lendoiro recurrió a Fernando Vázquez tras la espantada de Domingos como última tabla de salvación en busca del milagro. Tardó cinco jornadas en ganar su primer partido, pero aquel 3-1 al Celta en Riazor relanzó al equipo para encadenar cuatro victorias que le hicieron acariciar la permanencia. Se quedó a un solo triunfo de completar la gesta y, tras caer a Segunda, demostró su total implicación ayudando a mantener unido al deportivismo en un verano especialmente convulso y difícil por la amenaza de Hacienda de liquidar el club. Superado ese match ball y pese a tener un músculo económico muy débil, supo armar una plantilla plagada de canteranos con el objetivo de volver a Primera lo antes posible. Lo consiguió por la vía rápida pese a las múltiples dificultades, como la marcha de Culio a mitad de temporada.

También en enero de 2014 el club cambió de presidente, aunque los caminos de Tino Fernández y Fernando Vázquez pronto se separaron. Juntos celebraron el ascenso en junio y al mes siguiente lo despidió. Unas declaraciones del técnico en Arzúa, donde se refirió a las dificultades del club en el mercado de fichajes, fueron el detonante, aunque no la causa. No había sintonía entre ambos. La drástica decisión ya estaba tomada cuando Fernando visitó la plaza de Pontevedra para dar explicaciones. "Me roban algo que gané; no merezco este golpe, es injusto", lamentó el de CastrofeitoCastrofeito. "Alguien ilusionado en un proyecto no hace esas declaraciones. No voy a hablar de gota que colma el vaso, porque no es eso, pero quizá es un chorro", contestó Tino al día siguiente.

Después llegaron Víctor Fernández, Víctor Sánchez del Amo, Gaizka Garitano, Pepe Mel, Cristóbal Parralo, Clarence Seedorf, Natxo González, José Luis Martí, Juan Antonio Anquela y Luis César, diez entrenadores en cinco años y medio. El undécimo es Fernando Vázquez, quien tendrá que reanimar a un grupo de futbolistas con los niveles de autoestima y confianza bajo mínimos pese a las dos victorias seguidas, la de Copa en Illueca y la de Liga en Riazor contra el Tenerife. Su llegada, y la de los fichajes, inyectarán aire fresco e ilusión para empezar una escalada en la que el Deportivo deberá recuperar los siete puntos de distancia que le separan con la zona de salvación.

Objetivo: reenganchar a la afición

También los seguidores necesitan estímulos después de tantas decepciones seguidas, algo a lo que agarrarse para creer, y Vázquez vuelve también para enganchar nuevamente a la afición, que le agradece su total entrega y su ferviente deportivismo. Riazor registra cada vez peores entradas y en el último encuentro del año fueron 8.457 los fieles que celebraron la segunda victoria en toda la temporada. Repoblar la grada es uno de los grandes objetivos y para eso también llega Vázquez.

A sus 65 años, el de Castrofeito se reengancha a los banquillos después de tres años sin entrenar, desde que en diciembre de 2016 finalizó su etapa en el Mallorca, su único equipo después del Dépor. Con 508 partidos dirigidos en el fútbol profesional (357 en Primera y 151 en Segunda), tratará de aportar su experiencia y sabiduría para armar un equipo unido, equilibrado, ordenado y sólido, sin alardes, pero efectivo.