Muchos niños han tenido que hacer frente a las riñas de sus padres por travesuras con el balón. Miroslav Djukic (Sabac, Serbia, 19-2-1966) fue uno de esos críos, pero en su caso en medio de la coyuntura de haber crecido en los últimos años de la antigua Yugoslavia. Su padre le rompía los balones para hacerle ver que la vida era algo más que un juego. No quería en casa futbolistas, sino gente trabajadora y le hizo emplearse como técnico en excavadoras hasta casi los 24 años, justo antes de que viajara a A Coruña para hacer historia con el Superdépor y desarrollar una brillante carrera como jugador, prolongada después como entrenador. La misma que ahora le trae a Gijón para asumir otro desafío: devolver al Sporting a Primera.

Miroslav Djukic creció junto a sus dos hermanos en Sabac, municipio de Serbia situado a orillas del río Sava. De orígenes humildes, su pasión por el balón le llevó a jugar pronto en el equipo de su ciudad y a dar el salto, como profesional, a las filas del F. K. Rad. En un país en el que el Estrella Roja campeón de Europa se llevaba los principales focos, el serbio vio como en 1991 un equipo español que soñaba con el ascenso a Primera División se había fijado en él para reforzar la plantilla. Aquel equipo era el Deportivo, conjunto que abriría entonces su época dorada de la mano de futbolistas como aquel central balcánico de elegantes maneras y dotes de mando.

Djukic hizo las maletas para llegar a España dejando atrás la inestabilidad de una Yugoslavia que iba camino a la guerra y un trágico suceso familiar. A los 20 años perdió a uno de sus hermanos, tres años mayor que él, víctima de un accidente cuando hinchaba la rueda de su tractor, que terminó estallando. En A Coruña inició una nueva vida junto a su mujer adaptándose a un nuevo idioma y a un nuevo horario. Prueba de ello es la anécdota que todavía recuerda cuando su mujer madrugaba para comprar pan. En Serbia se agotaba pronto, y su esposa bajaba a la calle a las 7 de la mañana buscando la primera panadería abierta. Todos los negocios estaban cerrados. La historia resume la filosofía y la disciplina de la familia Djukic.

Padre de dos hijos, Vlada y Viktor, para los que no hubo problema en casa a la hora de jugar al fútbol e incluso militaron en la cantera del Valencia, Djukic discutió en Riazor al gran Barcelona de Cruyff junto a futbolistas que marcaron a toda una generación de aficionados al fútbol como Mauro Silva, Fran, Claudio, Liaño o Bebeto. Para las grandes páginas del fútbol español queda aquel final de infarto en la temporada 1993-94, con aquel mítico penalti fallado ante González, portero del Valencia, que hubiera dado la Liga y el primer título de la historia al Dépor. La imagen de un apesadumbrado Djukic en cuclillas tras asumir aquella responsabilidad dio la vuelta a España y provocó un sentimiento de empatía con aficionados deportivistas y rivales que le acompañó durante toda su trayectoria.

El fútbol le correspondió poco después. Djukic, uno de los capitanes del conjunto coruñés, pudo levantar la Copa del Rey con el Deportivo en 1995 y la Supercopa de España. Fue su última contribución antes de fichar por el Valencia, el club que tanto le quitó en el pasado con la camiseta blanquiazul. Allí alargó su palmarés. Volvió a ganar la Copa del Rey y la Supercopa de España en 1999 y la Liga que se le resistió en 1994 pudo, por fin, conseguirla en 2002 en aquel equipo compartido con Cañizares, Mendieta y el Piojo López. En el debe, las dos finales de Liga de Campeones perdidas ante el Madrid y el Bayern de Munich.

Djukic colgó las botas en 2004, en las filas del Tenerife, un año después de su llegada. Aficionado al tenis y al esquí, su carácter competitivo le devolvió dos años después al mundo del fútbol, al ser nombrado seleccionador de Serbia sub 21. En su libreta, algunas de las máximas que desarrolló como jugador: orden defensivo para empezar a construir equipos que quieren el balón y respiran ambición sin miedo al fracaso.

El Partizán de Belgrado, el Mouscron belga, Hércules y la selección absoluta de Serbia precedieron su llegada al Valladolid, donde conquistó sus mejores resultados. Subió a Primera y, al año siguiente, logró una holgada permanencia, coqueteando con puestos europeos, que le llevó al banquillo del Valencia. No fue buena su etapa en el Valencia, breve como el reto que le siguió, el de intentar la salvación en Primera con un Córdoba desahuciado. Una experiencia en Al-Shabab de Emiratos Árabes y la vuelta al Partizán, donde logró levantar la Copa de Serbia, completan su trayectoria antes de su llegada a Gijón.

Djuka, diminutivo que comparte con el delantero del conjunto gijonés, el también serbio Djurdjevic, fue elegido por el Sporting un mes después de que Muñiz dijera que no al puesto de entrenador. Ha llegado con las ideas claras y un objetivo: subir a Primera. El equipo está a siete puntos de distancia de la promoción, pero a Miroslav Djukic le van los desafíos.