Hay que remontarse 31 años atrás para ver al Deportivo en una situación similar a la de esta temporada, con un equipo sumido en una crisis de resultados, en puestos de descenso y con numerosos cambios en el banquillo así como en la butaca presidencial. Fue aquel curso de 1987-88, el del gol de Vicente, en el que el primer equipo blanquiazul tuvo tres entrenadores y otros tantos presidentes.

Venía el conjunto coruñés de sufrir un duro revés durante el curso anterior, en el que finalizó segundo en la Liga regular, por detrás del Valencia, pero esa campaña, y solo en esa, los tres primeros no ascendían, la Federación Española de Fútbol (FEF) decidió introducir un play off de ascenso y otro para el descenso, al final del cuál los deportivistas se quedaron sin el billete a Primera División.

En 1987-88 partía de nuevo el cuadro blanquiazul con la vitola de favorito y con Eusebio Ríos al frente de la plantilla por segunda temporada consecutiva; también Andrés García Yáñez iniciaba su segunda campaña como presidente, pero ninguno llegó al final. Ríos se marchó en octubre de 1987, cuando solo se habían consumado siete jornadas, y García Yáñez renunció a la presidencia en marzo de 1988, harto del acoso de una parte de la grada.

El entrenador vasco dejaba unos números escasos, pues el Deportivo era 15º con seis puntos, a uno del descenso y a tres del ascenso (las victorias se pagaban entonces a dos puntos). Las exiguas tres victorias y las cuatro derrotas habían convertido Riazor en un polvorín, lo que llevó a Ríos a presentar su renuncia. La directiva decidió recurrir entonces a Luis Rodríguez Vaz por segunda vez en la década, que era el entrenador del Fabril, que dirigió al primer equipo durante 17 jornadas, en las que obtuvo 10 puntos. Insuficientes para escapar de la zona de peligro.

Y llegó Arsenio Iglesias, procedente del Compostela, que lo liberó ante la petición del club blanquiazul. El de Arteixo iniciaba así su tercera etapa en el banquillo del Deportivo. Estuvo al frente del equipo durante 14 jornadas en las que sumó 15 puntos, los dos últimos en la última jornada con el famoso gol de Vicente al Racing de Santander, definitivo para asegurar la permanencia en la categoría de plata.

Poco después del regreso de Arsenio Iglesias, Andrés García Yáñez presentó su dimisión como presidente „marzo de 1988„, lo sucedió en el cargo Carlos García Morato, pero apenas se mantuvo en el cargo un mes y también renunció, dejando al frente del club a Julio Meana, también integrante de la directiva de Yáñez, que fue el que finalizó la temporada. Un curso en el que la salvación aseguró la supervivencia de una entidad que acumulaba una deuda de 440 millones de pesetas.

El socio del Deportivo aclamó a Augusto César Lendoiro para que se hiciese cargo del club, en una época de éxitos en el Liceo, pero había otros dos candidatos, José Manuel Rey Pichel, postulado desde el Ayuntamiento de A Coruña que presidía Paco Vázquez y José Manuel Porto, directivo también con García Yáñez, que había sido proclamado nuevo presidente. El primero renunció y se retiró de la carrera por la presidencia; el segundo, presentó los avales que solicitaba la junta electoral „entonces el club era una sociedad deportiva„, pero le rechazaron numerosas firmas y no pudo concurrir a las elecciones.

Fue el momento de Lendoiro, que había asegurado que se presentaría si no había ningún candidato, además en aquel momento no era socio, y el camino quedó expedito al que fue el presidente más exitoso del club en el aspecto deportivo. Fue convencido en una cena en el Mesón de Pastoriza y aclamado en una junta general de socios poco después en el salón de actos del Colegio Salesianos.