Todo resulta parecido, nada es igual. Una llamada al teléfono rojo y Fernando se volvía a subir a un coche camino de A Coruña. Habían pasado casi siete años y la sensación de déjà vu era inevitable. Los mismos miedos, la misma ilusión, esa incómoda inestabilidad institucional... Todo se entremezcla en ese momento de soledad ante el volante, mientras devora kilómetros y se da cuenta de la dificultad de la empresa, también de la inmensidad del Dépor, un club al que quiere. Una familiaridad útil y que responsabiliza, en cierto modo también engañosa y peligrosa. La situación es tan crítica que pocos le apedrearán si la entidad coruñesa no renueva su estancia en Segunda allá por el mes de mayo, pero la ilusión y las expectativas tienen un punto de material inflamable. Hay que saber gestionarlas. A quien hizo un milagro, le suelen pedir otro sí o sí. Y no siempre es tan sencillo. Fernando debe apoyarse en la inercia de su primera remontada, también saber leer las particularidades de una nueva situación. Cambian futbolistas, situaciones, hasta jefes. No le llegará con volver sobre sus pasos. Todo, con él en el foco, manejando grupos, gestionando emociones, regulando la temperatura de una afición y una ciudad trasteadas y deseosas de creer. Tan difícil, lo que tanto echaba de menos. Al borde del precipicio, pero más vivos que nunca.

Y, tras la inquietud del regreso y los primeros días, se ha visto a un Fernando Vázquez más templado. Hace siete años nadie creía antes del derbi de Marchena y Aspas y ahora todo el mundo lo ve posible. Su sola presencia ya aviva las llamas, no necesita él levantarlas un poco más con sus gestos, con sus palabras; solo reconducir. Siempre buscando la comunión con la grada, la complicidad con sus futbolistas, pero midiendo, con las ideas y los mensajes justos. Le ha tocado estos días explotar su vena de profesor, esa vertiente didáctica, incluso de psicólogo, que controla el ambiente, las emociones. Siempre a ritmo, nunca desbordadas.

Y así, aún sin fichajes y en pleno reseteo, llegó el Dépor a Soria y pareció más equipo que nunca en toda la temporada. Una docena de entrenamientos y una de las versiones más decentes de esta Liga. No está nada mal. El plan podrá gustar más o menos, tener salvedades y matices, ser mejorable, pero el equipo se puso un traje el Día de Reyes en el que, por fin, se encontraba a gusto. Lleno de miedos, se le vio algo aculado en exceso, sin confianza con la pelota y sin ser dañinos en las contras, pero con una identidad y cuatro ideas claras bien ejecutadas. La victoria en Los Pajaritos es premio, guinda y empujón para seguir al esprint en una carrera interminable en la que el grupo no debe desfallecer. Toca coger aire, queda mucho.

Lograr que esa reacción sea prolongada en el tiempo es otro de los muchos retos de Vázquez, este a medio plazo. La salvación en sí ya es uno colosal, pero en su primera etapa le faltó hacerla más sostenida tras ese arreón de las recordadas cuatro victorias seguidas. Ya entonces tuvo mérito llegar con vida al tramo final, le faltó ese golpe de riñón. En situaciones así se vive al día y esa provisionalidad concede poco margen a la planificación, pero esta vez tendrá más tiempo para un segundo aire, para medir en la carrera.

El siguiente paso le tocará darlo en un Riazor que le recibirá con los brazos abiertos. No siempre fue así. En este caso, la distancia y la comparación han hecho el cariño, han elevado su figura. Su salida fue en falso, pero no se podía negar que entonces había cierto desgaste con un sector de la grada después de un ascenso de incalculable valor y un tanto encasquillado. Ahora es diferente. Casi todos los que le siguieron en el banquillo lo hicieron bueno y la grada está deseosa de creer, de que le guíen para hacer posible un imposible, y en eso es un maestro. Ojalá Riazor recupere la temperatura que necesita este Dépor.

Un club nuevo

El consejo interino del Deportivo anunció la semana pasada "la firma" de un acuerdo con Abanca que le dará liquidez en este mercado de invierno y que cambiará el mapa accionarial del Dépor, tras capitalizar la entidad bancaria la cuantía del crédito participativo en acciones en una futura ampliación de capital. La sombra de la Segunda B y la deuda pesan, es innegable. Todas las partes emplazaron a esta semana para dar explicaciones sobre lo pactado. Son necesarias porque, más allá de la necesidad de la operación o no, termina de cambiar por completo la filosofía de club. Poco a poco los grandes accionistas han ido ganando en los últimos años peso en las decisiones y este sería el paso definitivo, el diferencial. Cuanta más información tengan los accionistas, mejores decisiones se podrán tomar.