Pitido final. Brazos al cielo, saludos, sonrisas, guiños a la grada. El Dépor acababa de tumbar al líder y salir un rato de la zona de descenso. Solo dos horas. No deja de ser un caramelo que acabaron arrebatándole de la boca, pero que seguía sabiendo de maravilla. Casi seis años después, Fernando Vázquez había vuelto para vivir momentos así. Plenitud. Toda la espera, el anhelo de una nueva oportunidad, los meses y meses a la sombra, el sufrimiento en la distancia, el desarreglo interior por una etapa previa mal cerrada, habían tenido un sentido. Resistir, esperar y dejar el sello Vázquez a la vuelta: rigor táctico y sentido común emocional y futbolístico. Ni siquiera era un sentimiento de venganza, solo de profunda alegría y también de justicia para que el tiempo y la historia le colocasen donde debían. Fernando se convertía de nuevo en guía y parte de algo muy grande, de Riazor, del deportivismo. Los nervios, los pálpitos, las inseguridades, superar dificultades juntos, la explosión. Todas, expresiones de vida, partes de un proceso superado con su gente y como siempre había soñado.

Uno de los muchos con los que se cruzó en ese camino de oropeles fue un sonriente Gaku Shibasaki, el mejor ejemplo de que una metamorfosis de tal calibre solo puede nacer desde dentro. De futbolista tímido, olvidado y confinado al banquillo a diapasón ofensivo de un nuevo Deportivo.

Quien se pensase que la solución para detener la caída libre de este Dépor llegaría sumando un fichaje tras otro se equivocaba. Sabin y Çolak ayudaron y mucho. Y lo seguirán haciendo. Ellos y los que no debutaron y los que vendrán. Son activos valiosos reclutados por Barral y acicates mentales para una plantilla aletargada y por debajo de su nivel. Pero el click, el cambio que libera el dique y la presión, el que hace tocar suelo e ir para arriba siempre llega con el adecuado guía externo y con los que ya están en casa. Y más en un momento límite con los movimientos contados en un mercado de fichajes como el de enero, con sus peculiaridades. El mes seguirá avanzando y todo se moverá a velocidad de vértigo con altas, bajas y más nombres, pero la mecha ya está prendida. Lo que empujará a salir del túnel serán las resurrecciones del japonés y de Aketxe o el crecimiento imparable de Mujaid, Peru, Mollejo y Montero. Ahí está el punto de apoyo, a partir de ahí serán ellos mejores, y lucirán más y serán diferenciales futbolistas como Sabin, Çolak o Beauvue.

Medalla y reto

Ya antes de su segundo desembarco en A Coruña, se resaltaba de Fernando Vázquez su función o su valor máximo como pegamento emocional de un deportivismo que estaba hecho jirones. Está claro que llegó a Abegondo y ya se empezaba a respirar mejor, ayudado también por el triunfo póstumo de Luis César ante el Tenerife. Pero no llega con eso, ni mucho menos. Aquí, de momento, en este triunfo provisional hay un psicólogo, pero también un entrenador. Un técnico que quiso y consiguió simplificar, recuperar e ir dotando de confianza y registros a un grupo muy golpeado, tanto por sus propias inseguridades y debilidades como por las fatalidades de la primera vuelta y la acumulación de exigencia, derrotas y ambiente enrarecido. En una semana de mil circunstancias y todas felices, muchos deportivistas destacan su respuesta táctica a Cristóbal Parralo con el cambio de Emre Çolak y el nuevo sistema a la media hora de juego. Pero, en realidad, donde se notó más su mano, su incidencia fue este pasado domingo. Ser capaz de mover y convencer a sus piezas para maniatar, anular salidas y autopistas por las que corriese el Cádiz tiene mérito. Roca y dique ante el que hasta el domingo era el líder. No todo son carreras y gestos, hay mucho más.

Vázquez habla estos días y de manera casi obsesiva de ese contador de victorias que no para de bajar, un mensaje que en cierta manera se ha insertado ya en el deportivismo. Ese es el reto mayor, esa serie de triunfos, la salvación. Pero para lograrla hay pequeños objetivos intermedios que el grupo y el entrenador tendrán que ir superando. Uno de ellos, y no de poco calado, es hacer prolongada la reacción en el tiempo. En su primera etapa en A Coruña también formó parte de una racha de cuatro triunfos consecutivos y el equipo, más adelante y en plena carrera, adoleció de fuelle para asegurar la permanencia en la recta final. Será uno de los muchos peldaños que tendrá que subir y Riazor y el deportivismo estarán de su lado para darle aliento.