El juego de hilos en el que Fernando Vázquez ha sustentado la inimaginable reacción se ha topado con un nudo. Y dará guerra, no parece precisamente flojo. La lesión de Somma, más allá de la pérdida en sí del jefe atrás, ha obligado a diversos movimientos cuando todo parecía cósmicamente en su sitio. Y el Dépor, cuando el inconsciente le empujaba a sentirse aliviado, se ha encontrado con ese incómodo tope, de nuevo en la premura, con sus perseguidores apretando y a dos puntos de la quema. Agotador. Cuando se juntan la fatalidad, la necesidad y una planificación con algún fleco, la ley de Murphy siempre acaba abriéndose paso. No es un problema sistémico, ni mucho menos. El patrón lo tiene, solo hay que volver a ajustarlo. El equipo defendió, se plantó en Zaragoza de la misma manera que en los dos últimos meses triunfales, hasta se le vio más cómodo con la pelota en el estadio más exigente de Segunda. Nada varió, solo el rival y los nombres, los puntos de apoyo de un 5-4-1 resucitador, pero muy específico. Con el líder de la retaguardia en la reserva, el Dépor no solo perdió a un baluarte en esa zona, sino que rebajó aún más la media de edad de una bisoña defensa y se vio abocado a malgastar las cualidades de su mejor pivote unos metros más atrás. Gaku sin socio preferido y Nolaskoain en una posición en la que le tira la sisa del traje. Descolocados, la incomodidad hizo aflorar puntuales y dañinos errores individuales. Fernando Vázquez cree que el vasco puede hacer carrera en la élite en esa posición y nadie duda de que con partidos acabe siendo así, pero precisamente lo que no le sobra a este Deportivo es tiempo. Si en los últimos días Peru ya se encargó de verbalizar su predilección por la media, en Zaragoza terminó por demostrarlo de manera gráfica en el tercer gol. Hay que devolverlo cuanto antes a su sitio y la mejor fórmula de facilitar ese regreso es fichando. Lo que no se remendó el 31 de enero tras la salida de Lampropoulos, habrá que coserlo ahora con un mercado restringido, pero sin competidores. Demasiado en juego para titubear o no afinar en lo que realmente necesita este equipo: un central, no un pivote.

Toda derrota es dura. El técnico lleva semanas preparándose para seguir ganando y también para que su equipo tuviese respuesta ante la primera derrota. Futbolística y psicológica. Iba a llegar ese paso en falso. Nadie es indestructible y menos el Dépor que se pasó casi una vuelta sin ganar. El golpe obliga a reajustar expectativas, es hasta terapéutico hacerlo para no llevar a nadie a engaño. En la caseta de Abegondo siempre se miró más por el retrovisor que al cielo. Más difícil es ya contener la ilusión y los sueños de una hinchada que estuvo cuatro meses sin llevarse nada a la boca. Una victoria y otra y otra invitan a pensar de manera irreal que no hay techo. También es cierto que no existe material más inflamable que las expectativas, muchas veces alimentadas con los hechos y aplacadas con las palabras. Fuego y hielo. El equipo coruñés, más allá de esta última derrota, está protagonizando una de las grandes resurrecciones históricas de la era moderna en Segunda y no hay sitio para la desilusión ante tal gesta si se acaba consumando la salvación. Cualquier crítica o desconexión de la grada por no colmar lo anhelado por encima de la realidad sería injusto. El equipo necesita más que nunca a un Riazor pletórico, rítmico, latiendo ante el Lugo, los leves titubeos de su equipo solo deben empujar al deportivismo a hacerse aún más presente. Ahí se empezará a ganar un partido que en los últimos años siempre se le ha atragantado al Deportivo..

El Lugo y el juego de los espejos

El Dépor-Lugo no deja de ser un derbi que acabó colándose por la puerta de atrás. Hasta hace siete años solo se habían enfrentado en Copa y un par de veces en la liga de Tercera en la 74-75. La sintonía entre ambas ciudades, la falta de historial reciente y la disparidad de objetivos le restaron en parte tensión, no olía a clásico regional por mucho que el mapa lo certificase como tal. A falta de electricidad, estos duelos en Riazor se han acabado convirtiendo en un dolor de muelas para el Dépor. Partidos atascados, decepcionantes, frustrantes, rumiados. Tres 0-0. El equipo coruñés se encontrará este domingo a un Lugo revivido en una suerte de juego de los espejos. Con sus mismas cualidades, planteará un choque fiado al repliegue, a minimizar el fallo y a golpear, sobre todo, a balón parado y a partir de El Hacen, su improvisado goleador rescatado del Valladolid B. No sería de extrañar que al Dépor le tocase llevar la iniciativa del juego, una tesitura que no es su predilecta en las últimas semanas. Otro duelo incómodo ante el vecino en el que no se admite el fallo. Siguen las emociones fuertes.