Más allá de la titánica reacción en sí, lo peor para el Dépor de tener que afrontar una remontada de tal calibre es la continua sensación de ahogo. Era tanta la necesidad y el déficit de puntos que da igual lo que tire, lo que reme el grupo que siempre va a sentirse atosigado. La propia dinámica de esta Segunda División en la que, por momentos, te ves tanto en la lucha por el play off de ascenso como en la pugna por no bajar contribuye a agudizar esa opresión competitiva, vital. Ya lo deslizó Sabin Merino hace unos días: "No es fácil estar ocho partidos sin perder y verte a dos puntos del descenso". Tan simple como redondo y real. Y lo que les queda. Las cuentas y los miedos se agolpan, los campos para puntuar parecen reducirse y toda cuesta oposita a asemejarse al Mortirolo. Los sentimientos ganan terreno al raciocinio. Pero la realidad es que hasta ahora cuantas menos cuentas, cuanto menos pensó el Dépor de Fernando Vázquez a largo plazo, mejor le fue. Es difícil volver a esa senda, a la salvaguarda psicológica de verlo todo con cierta distancia y, sin duda, también encajar los tres partidos sin ganar. Ese vacío tras estar tan lleno, tras sentirse indestructible... Pero es la vida. Se acabó la luna de miel y llega el día a día en el que habrá que cimentar una permanencia para contar a los nietos y que requiere una nueva vuelta de tuerca de Fernando Vázquez, un nuevo milagro del guía blanquiazul.

La historia ha querido que, en cierta medida, el técnico de Castrofeito esté volviendo sobre sus pasos en su segunda etapa en A Coruña, pero siempre desde el más difícil todavía, exigiendo todo una triple pirueta. Y también pasando un examen. Si cuando le llamó Lendoiro logró cuatro victorias seguidas, ahora ha amarrado seis. Si en el verano de 2013, con el club en el alambre, supo montar un equipo con piezas contadas y chavales; ahora lanzó la reacción con lo que ya había en la despensa y un cambio de sistema. Vázquez, siempre reflexivo, seguro que le dio muchas vueltas a su pasado en A Coruña. Cavilaciones sobre dónde acertó, dónde falló, el porqué de su salida, las razones de ese flechazo con la grada de Riazor, también algún mea culpa en diferido. Sabe que en su momento no hubo justicia con él, pero también que le costó cerrar ambas temporadas como blanquiazul. En la primera acarició la permanencia y se quedó sin aire el equipo en los últimos partidos. Y en la segunda, más cómodo en la escasez, cuando se le multiplicaron las opciones donde elegir, cuando tuvo que buscar un plan B y convertir al grupo en líder de la categoría y protagonista de los partidos, sufrió para aguantarlo, para hacerlo más versátil. Se vació, lo logró y disfrutó como nadie. Pero antes de la fiesta final ante el Jaén, tenía hasta cierta contestación en una grada a la que le faltaba un poco de perspectiva.

El pasado tiene muchas enseñanzas. Para todos. Ahora, con matices, a Vázquez le toca transitar caminos que le van a resultar familiares y le toca leer lo que pasó, lo que está ocurriendo, actuar en consecuencia y virar o introducir matices donde la ocasión lo requiera, ante equipos replegados y que ceden la iniciativa. Nadie en su sano juicio le pide que traicione los ideales que llevaron a este Dépor a mirar de tú a tú a la salvación, cuando el club ya casi estaba pidiendo presupuesto para los desplazamientos en Segunda B. Pero el milagro no va a ser único, ni se va a resolver con soluciones a piñón fijo. Pide variantes y cintura. Lo sabe, ya se disculpó. A su llegada hace dos meses se hizo grande desde lo psicológico, lo comunicativo y lo táctico al darle las premisas justas y necesarias al grupo. Ahora debe dar un paso más, enriquecer a su equipo, el discurso. De lo simple a los matices, a la profundidad y la variedad. Una y varias salvaciones, uno y varios Vázquez, aún por ver.

Su omnipresente figura y su importancia hacen que se centre casi todo en él. Fernando levanta la mano, no rehúye los focos. Si el pasado le ofrece lecciones, pasa lo mismo con el club. Haberse quedado el 31 de enero sin un central suplente, a pesar de que era una decisión que contaba con la anuencia del técnico, fue cuestionable. Hace años no se le dio la importancia justa a la portería y ahora la lesión de Somma trae al primer plano el problema generado en el pasado mercado. Con la mayoría de contrataciones aún por romper a rendir, toca volver a buscar. Ahora, en cambio, la oferta de defensas es sensiblemente menor, ni club ni jugadores quieren dar pasos en falso. Difícil tesitura que debió evitar el Dépor. Mientras tanto y sobre todo con la baja de Gaku, el centro del campo echa de menos a Peru, y Nolaskoain también añora moverse en la media. Hay matrimonios tan bien avenidos que nunca se deben romper, sobre todo, cuando costó tanto encontrar esa química.