Hace año y medio, Estefanía Pabst, que entonces era la futbolista Estefi, colgó las botas cuando capitaneaba al Deportivo Abanca. El fútbol, un juego en equipo, le confirió valores que ha seguido aplicando a la vida. Ahora, se ha unido al club de los 'makers' para luchar contra la Covid-19 aplicando sus conocimientos de diseño industrial.

Nació en Ciudad de México hace 27 años, pero llegó con solo 9 a A Coruña. Aun así, para ella México es "muy especial" y se siente "mitad española y mitad mexicana". Sus padres son del país americano, pero los abuelos por parte materna son gallegos, de Ourense.

Estefanía es ingeniera industrial y en plena crisis del coronavirus quiso echar una mano con la fabricación de pantallas protectoras con su impresora 3D, que llevaba tiempo parada por falta de tiempo, para proteger a los que combaten la pandemia en primera línea.

"Me enteré a través de los medios de la iniciativa de muchos 'makers' (hacedores) como yo, que disponemos de una impresora 3D, de la necesidad de pantallas de protección que tenían los sanitarios y la gente expuesta al virus", explica en una conversación con Efe desde su casa, al lado de ese artefacto tecnológico que le quita muchas horas y le genera enfados y alegrías.

Ahora forma parte del equipo de los 'makers'. "Cando estás acostumbrado a trabajar en equipo desde pequeño lo llevas dentro y lo extrapolas al resto de ambientes de tu vida", sostiene.

Empezó a crear pantallas en las dos semanas que tuvo de vacaciones coincidiendo con el estado de alarma. "No me lo tomo como un sacrificio, sino como un reto. Al estar más liberada de tiempo, no lo dudé. Desde el primer momento estuve peleándome con la máquina y su funcionamiento y estoy súper satisfecha de ir consiguiendo resultados", asegura.

Su impresora ha recuperado el pulso y no ha parado. "Ha sido una continua lucha para volver a calibrarla, he tenido problemas por el desuso, temas mecánicos, electrónicos, pero poco a poco vas sacando lo que puedes. No tanto como te gustaría, pero se van consiguiendo cosas", razona.

Antes marcaba goles en los terrenos de juego y ahora los anota en el partido contra la Covid-19. Hay similitudes. "En fútbol es complicado a veces conseguir llegar a portería, acertar y hacerlo bien, pero el fallar una, dos o tres veces no implicaba el desistir, y cuando marcabas a la cuarta o quinta vez la satisfacción era doble. Aquí pasa un poco lo mismo", dice.

"Te peleas todos los días, hay días que pierdes un poco la paciencia, te enfadas, no entiendes por qué te salen las cosas un día sí y otro no, vas sacando tus conclusiones personales, anotando qué pudo ser, que no pudo ser, vas aprendiendo. Es una prueba de aprendizaje continua y es algo que te produce una satisfacción a nivel personal", confiesa.

Cada máscara le lleva unas "tres horas de impresión", aunque ahora intenta "optimizar" cada intento para tratar de sacar dos o tres a la vez. En sus semanas de vacaciones, se dedicó "al máximo" y logró completar unas diez porque hubo "impresiones fallidas por el medio, a mitad de impresión".

Ahora, además, tiene que compatibilizarlo con su trabajo, así que el reto es doble, pero también la celebración cuando el producto llega a los sanitarios.

"La gente que se encuentra en contacto directo con la enfermedad está expuesta, desprotegida. Nosotros le damos una protección, pero relativa, porque no es algo que vaya a evitar el contagio. Y notas mucho agradecimiento, valoran tu trabajo igual que nosotros valoramos el suyo. Es agradecimiento mutuo", indica.

A ella, los aplausos ya no se los dan los aficionados al fútbol, pero recibe "satisfacciones muy grandes" como las "fotografías" que le han hecho llegar los empleados del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (CHUAC) o los farmacéuticos con sus creaciones: "Ves que lo que estás haciendo tiene sentido y una función y estás ayudando a la gente", apunta.

De esta crisis sanitaria, se queda con la reacción de la población ante "un problema común". "Se ve que somos mayoría los que intentamos luchar juntos y unidos contra eso", afirma.

La gente también se ha "volcado" en brindarle ayuda. Un compañero de trabajo le prestó otra impresora 3D de forma altruista y otro le donó láminas de metacrilato para hacer la parte transparente de la pantalla, un material difícil de encontrar en estos momentos. "Eso es lo que al final te llena. Que no eres tú solo peleando contra la máquina", precisa.

Estefanía admite que echa de menos el fútbol porque lo practica desde los cuatro años y ni siquiera alguna grave lesión de rodilla la frenó, pero hace casi dos años dio por concluida su carrera en el Deportivo Abanca, en el que portaba el brazalete.

"Fue una decisión complicada, muy difícil, la gente que compartió conmigo esa época sabe que fue uno de los momentos más complicados que he vivido. En el club, tuve una experiencia muy enriquecedora y me quedo con el cariño que he recibido tras mi marcha, pero llega un momento de tu vida en que te das cuenta de que hay cosas que no compartes", reconoce.

Aun así, confiesa que el proyecto del Deportivo femenino, al que vio nacer, "siempre" lo va a sentir como propio y está "muy orgullosa de los éxitos que ha tenido" desde que se desvinculó.