La narrativa y el drama del penalti de Djukic tienen tal fuerza que muchas veces lo invaden todo, impregnan incluso el título de Liga de 2000. Parece que uno va unido al otro, que uno tiene sentido porque el otro existió antes, aunque en realidad aquel 19 de mayo encajaron las múltiples piezas de un puzle mucho más grande, el de la historia del Dépor, el club más laureado y más antiguo de Galicia. Un equipo que nació pequeño y popular, al que siempre le costó todo un mundo y que lograba a la tercera el ansiado titular nacional, el más prestigioso.

“Si no hubieran sancionado a Acuña en Valladolid, el Dépor habría ganado una Liga en 1950”. Han pasado 70 años, pero Dagoberto Moll aún lamenta el ímpetu del meta en una salida a los pies del ariete Rafa y, sobre todo, no aleja de su mente la idea de una mano negra. El Dépor de Scopelli, otro técnico con discutible fama de defensivo como Arsenio e Irureta, coqueteaba con la primera liga para Galicia cuando desde Madrid reparaban aún menos en la periferia. Una sanción dejó al portero semanas fuera y desgastó al equipo. Aun así, se jugó el título en la última jornada. Fue cuatro minutos campeón en San Mamés, el trofeo se lo llevó el Atlético. 44 años después pasó por la nuez el mismo trago, aunque este lo digirió en casa y con una trama que le añadió mayor crueldad. Mauro, Fran y Donato finalmente colocaron en las vitrinas de sus casas en 2000 el trofeo que la fatalidad les había arrebatado años atrás. Nadie ni nada les quita esa alegría, ni tampoco la punzada anterior.

El Dépor logró su Liga en el cambio de milenio. Se convertía así en el último equipo en ganarla por primera vez. Sucedía a Madrid, Barça, Atlético, Valencia, Betis, Sevilla, Athletic y Real, quien le precedió estrenándose en 1981. Nadie le ha imitado desde entonces y todos los pretendientes parecen lejos de poder lograrlo con los grandes cada día más alejados del pelotón.

El Coruña, los títulos

El Dépor es grande, le ha costado. Su historia no siempre le colocó en la parte alta de la escalera, ni social ni deportivamente. Esa capacidad para unir todos los puntos, para transitar el camino desde la base hasta la cumbre, añade más mérito a sus 113 años. Ni siquiera nació siendo el equipo de su ciudad. El Coruña tenía más socios y arraigo entre las clases altas, poco a poco le fue comiendo terreno, apoyado en gran parte en la construcción de Riazor dentro de los límites de A Coruña. Una vez que reinó en casa, reparó en la distancia que le separaba del nivel del fútbol vigués. Cuando en el sur, sintiendo que Galicia se les quedaba pequeña, decidieron unir fuerzas para dar a luz al Celta y asaltar copas nacionales, el Dépor se rearmó y logró su primer campeonato gallego en 1927, un título celebrado como pocos en toda su historia.

Dos años después arrancó la Liga y el Dépor empezó en Segunda, tardó 12 años en asomarse a Primera. En las décadas siguientes, sobre todo en los 50 y 60, generaba talento a espuertas y Luis Suárez o Amancio fueron el ejemplo. Pero era incapaz de retenerlo. Desde 1988, con Lendoiro, dejó de ser un club vendedor y su crecimiento progresivo e imparable le hizo mantenerse décadas en Primera. También le costó llegar a Europa e hizo ruido como pocos. Aquella tarde de mayo coronaba su Everest sin olvidar que en 1980 estaba en Segunda B y que antes de su re-entrée en la élite se había pasado 18 años en Segunda. De las catacumbas al cielo. Humano e imperfecto, pero siempre insistiendo, avanzando, sin desviar la mirada de la cumbre.