Javier Irureta (Irún, 1948) fue el entrenador del título de Liga, el que permitió al equipo convertirse en una alternativa a los grandes y que inauguraría una serie de temporadas en las que se codeó con la élite europea. El histórico técnico deportivista repasa aquel curso que desembocó en el campeonato final y reivindica todo lo que vendría en los años posteriores.

¿Cómo recuerda aquel título veinte años después?

Siempre tengo muy presente que fue un logro muy importante en la historia del club. Fue también un ejemplo para otros equipos, porque veníamos de ser sextos el año anterior y no es que fuéramos el Madrid o el Barcelona. Esa Liga vino un poco a arreglar lo que en el 94 había estado muy cerquita y que se marchó en un penalti. Lo merecíamos y se hizo realidad. Fue una satisfacción muy grande para todos los aficionados. Aquello fue un ejemplo de que se puede ganar alguna vez sin ser de los grandes. Es imposible que se dé todos los años, porque Madrid y Barcelona no son tontos. En otros países pasa lo mismo.

¿Qué significó?

Esa Liga fue la puerta para los cinco años que estuvimos en la Champions. En 2000 fuimos primeros; en 2001, segundos; en 2002, otra vez segundos; en 2003 y 2004, terceros... Eso, sabiendo el nivel de los equipos en España, es lo que más mérito tiene. Fueron cinco años en Europa con una bonita trayectoria en la que quedaron partidos para el recuerdo de todos. Contra el Bayern, el Manchester United, el Arsenal... Para mí, la satisfacción fue plena.

¿Se sacaron una espina el club y la ciudad?

Del 94 solo quedaban tres jugadores (Fran, Mauro Silva y Donato), pero la ciudad y la afición sí tenían un recuerdo duro de aquello y algo así no se acaba de olvidar nunca del todo. En parte el título ayudó a liberarse de aquella situación.

¿Cómo describiría a aquel equipo campeón al que nunca lo haya visto?

Era un equipo serio, sustentado sobre todo en cuatro o cinco hombres con experiencia en el club de otras temporadas a los que se fueron sumando otros. Todos se encontraron cómodos y eso dentro del equipo ayudó a ganar el título. Había muy buen ambiente y mi ayudante [Paco Melo] era un hombre perfecto para estar detrás, tenía muy buena relación con los jugadores. Franganillo también ayudó mucho, él había vivido la anterior situación con Arsenio [Iglesias] y como preparador físico tuvo a toda la gente muy bien todo el año.

¿No hubo muchos enfados? Que si Makaay no quería jugar en la banda, que si Djalminha...

Son situaciones que cualquier entrenador tiene que gestionar en un equipo. Eso forma parte del egoísmo de los jugadores, ha sido así siempre. Pasaba cuando jugaba yo y seguirá pasando. Algunas veces viven más para sí que para el equipo y el entrenador trata de buscar el bien del equipo. En el caso de Makaay fue su primer año y también estaban Turu Flores y Pauleta para jugar de delantero centro. Él era rápido y se podían buscar alternativas en función del lateral contrario o del rival. Ahora esto lo hablo con [Ernesto] Valverde o [Quique] Setién y les pregunto cómo ha cambiado su punto de vista de cuando eran jugadores a tener que hacer las alineaciones.

¿Cómo fue esa semana previa al partido contra el Espanyol?

Lo que pasó en 1994 estaba en el recuerdo, pero la afición ayudó mucho desde el principio. La ciudad, los balcones, los mercados... Todo el mundo estaba muy volcado. Fueron unos días fantásticos en Coruña, no solo la celebración que vino después.

¿Está el Centenariazo a la altura de la Liga?

Ese título fue muy grande, pero más momentáneo, diría yo. No estábamos en Coruña, aunque hubiera 20.000 deportivistas. El día del Espanyol estábamos en nuestro campo, con toda la gente animando y ayudando. Fueron diferentes.

¿De aquellos tiempos mejores se pueden extraer enseñanzas para estos momentos algo más complicados?

De todo se puede aprender. De los momentos buenos se puede extraer que a través del trabajo, de la armonía y del apoyo se pueden conseguir grandes cosas. En el momento actual todo es diferente, pero en el título de Liga hay unas referencias para poder aplicar.