El exdeportivista Marcelino Vaquero González del Río, Campanal II, ha fallecido a los 88 años de edad tras llevar unos días ingresado en el Hospital de Avilés por un empeoramiento de su cuadro oncológico. Leyenda del fútbol español y del Sevilla y un portento físico hasta sus últimos años, vivió el ocaso de su carrera como profesional en A Coruña desde 1966 a 1968, retirándose después del ascenso a Primera División conseguido en Oviedo con gol de Morilla.

"No puedo estar más agradecido por cómo me trataron en A Coruña. Fue impresionante. Después de subir, el presidente (Antonio González) quiso renovarme, pero solo pensaba en retirarme", recordaba el exdefensa hace cuatro años para 110% blanquiazul, el coleccionable histórico del Dépor editado por LA OPINIÓN, mientras seguía entrenándose sin descanso, a pesar de su edad, y recopilando medallas atléticas de veteranos (llegó a conseguir más de un centenar de preseas).

El avilesino, que heredó el apodo de una casa de comidas familiar que fue el germen de la famosa fabada asturiana enlatada, solo pudo jugar en plenitud en su segundo ejercicio en Riazor, porque en el primero se lesionó a mitad de temporada en el menisco de una de sus rodillas, del que fue operado por el doctor Hervada. Formó parte del conocido como Dépor ascensor y no se libró de bajar y subir en sus dos temporadas como blanquiazul. Desde su retiro en Avilés seguía recordando con cariño a la ciudad y al club que lo acogió y añoraba las concentraciones en la playa de Santa Cristina y hasta los manjares del Alfredín, un establecimiento hostelero regentado por un exblanquiazul, asturiano, punto de encuentro del deportivismo hace décadas.

Campanal II coqueteó en su juventud con el atletismo e incluso tuvo nivel para conseguir marcas nacionales en longitud y triple salto. Optó finalmente por el fútbol por influencia familiar, la de su tío Campanal I, quien le abrió camino en Nervión. En su longeva carrera balompédica brilló, además de en el Deportivo, en la Selección con la que salió a hombros a su vuelta a España tras un partido en Turquía y acabó en el calabozo en Oporto por defender a un compañero de equipo sobre el césped. Di Stéfano temía sus marcajes. Una fuerza de la naturaleza que se marchó hoy.