La eterna reconstrucción, en el peor momento. Si en los últimos años el Dépor no ha sido capaz de despegarse del aire de provisionalidad que destilan sus equipos, menos lo iba a conseguir ahora, después de una pandemia y con una salvación exprés que tiene atragantada desde el pitido final de Mallorca. En su mente, en las piernas. Las dudas le paralizan. Es un mal que recorre incluso la institución, de arriba a abajo.

A partir de ahora, los partidos se entremezclarán y las malas rachas atropellarán a los proyectos dubitativos, a los equipos por hacer. Y, visto de nuevo el Dépor de Fernando Vázquez, parece enganchado en la misma piedra de febrero y marzo. Incómoda, anulante. No está Somma, se acabó la racha triunfal, quiere dar un paso al frente, introducirle matices a su apuesta y no tiene o no puede. Mal momento para estar en el laboratorio, para dudar.

El técnico, tras el duelo, cavilaba en voz alta ante los micrófonos y recitaba todas sus opciones. Un sistema, otro. Una filosofía de juego, la siguiente. De la versatilidad a la desorientación hay a veces una tenue línea que no se debe cruzar. Esta Liga dará tan poco respiro que acabará premiando a los conjuntos básicos. Pero no en el sentido peyorativo. Cuatro conceptos, bien aplicados y a llenar el zurrón de puntos. Ideas fijas, un martillo pilón. Se vio en el Sporting. Sus jugadores, más allá de la propuesta, estaban sobre el césped con la mente despejada, deletreando un guion interiorizado. Vázquez ya demostró en su primera etapa en el Dépor que se manejó mejor en la escasez que en la abundancia, cuando exprimía a sus jugadores a partir de tres pinceladas. Sería tan fácil como volver sobre sus pasos, aunque no siempre es tan fácil como desandar el camino. Y menos con las piezas variadas y si el cambio ha sido Ba por Somma. El senegalés se acercó a esa versión ridiculizante de resúmenes de Youtube con fallos continuos. Debe centrarse para que el Dépor no lo pague y para ganar y generar confianza. El defensa que ni la tiene ni la transmite vale para muy poco.