Ser deportivista implica en los últimos años vivir atado a un desfibrilador y taparse la cara por la vergüenza a partes iguales. Nadie sabe cómo acabará esta temporada para los coruñeses, aunque muchos llevan un tiempo temiendo el resultado. Eso sí, no se le puede negar a este equipo su afán de supervivencia. Miles de veces se le ha dado por muerto, otras tantas ha revivido, y aún así sigue oliendo a cadáver. Difícil de explicar y de digerir. Su inestablidad es infinita. Vive casi en combustión, pero ese fuego también es capaz de moverle en situaciones límites. Entre la siesta del 0-1 y el penalti del 3-3, pasaron varios mundos en un solo un partido. Noventa minutos que hicieron patentes sus dudas, sus carencias y las ganas que tiene de eludir la quema, una amenaza tan real que asusta. Sigue la ruleta rusa de cada tres días y cada jornada que pasa con más balas en el tambor. Y ahora con el riesgo extra de perder unos partidos a Peru Nolaskoain. Insoportable.

El Rayo, o más bien la pasividad del Dépor, hizo saltar por los aires cualquier planteamiento a los treinta segundos de juego. El gol de Juan Villar, que sonrojaba a Mujaid y la vasco, evidenció ese proceso de autodestrucción en el que vive instalado por momentos este equipo, solo maquillado en la última semana por destellos individuales o por la falta de puntería rival. El Dépor fue un equipo ínfimo en Oviedo ante un contrincante justito y, en cuanto se encontró a una formación de verdad, lo destrozó en la primera parte. Desnudo y sin respuesta. Por sus errores individuales, por la mala concepción de equipo.

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El Dépor rescata un punto ante el Rayo en Riazor: 3-3

De poco valía ya que Fernando Vázquez quisiese correr y blindar su media a costa de sufrir en la creación. De poco valía también la apuesta por el cuarteto Keko, Aketxe, Mollejo y Koné. El agujero de las dudas se hacía a un más grande para el grupo blanquiazu, que recordó a sus peores versiones de 2019. El Rayo, al alza, seguro de sí mismo y respaldado por el resultado, masacraba una y otra vez a los deportivista a campo abierto. Trejo tuvo el 0-2 en una doble ocasión a placer. El duelo estaba a punto de caramelo para un conjunto visitante que prefería no arriesgar, no convertir el envite en un choque de ida y vuelta que diese aire, ocasiones y vida al Dépor.

Los rayistas solo necesitaban tocar, desplegarse y esperar su momento o un regalo de los coruñeses. Y en el minuto 20 llegó el obsequio de un delantero como Mollejo, que estaba en el área equivocada. Juan Villar tampoco falló esta vez. El tanto fue un mazazo. El Dépor era un mal equipo y sus individuales no paraban de errar. A poco o a nada podía agarrarse, con la amenaza de la Segunda B cada vez más real.

Tras el ecuador y el 0-2, el Dépor lo intentó, pero no paraban de vérsele las costuras como equipo. En ataque afloraban los nervios. Todo era pequeño y oscuro. Hasta agradecía el descanso con tal desventaja y en casa. Muy triste, solo le quedaba tiempo.

Y justo fue lo que le sobró para empatar. Llegar a igualar o pensar en una remontada se antojaba una empresa titánica después de lo visto en el primer acto. Pero el Dépor lo hizo en siete minutos y casi en frío. Ya antes de que cuajase la ofensiva apuesta de Fernando Vázquez, Christian Santos y Mollejo habían embocado dos balones a la red para poner el 2-2. Un tanto de ariete y otro de llegador. El Rayo salía tan dormido o más que los coruñeses en el primer acto. Riazor se hubiera vuelto loco. Una pena.

Paco Jémez movió pronto el árbol tras el triple cambio de Vázquez en el descanso y los dos tantos encajados. El equipo coruñés bajó el ritmo, pero al menos se convirtió en una amenaza real, no en el títere de la primera parte. Su apuesta le hacía exponerse, pero también tuvo ocasiones para adelantarse. Aketxe y Borja Valle aún se lamentan. También hubo un balón al palo de Tito. El partido era una moneda al aire que podía caer para cualquier lado y así quedó demostrado en los últimos minutos.

La locura del final se vio alimentada por el desmedido afán de protagonismo de Vicandi Garrido. Él quería que supieran que estaba allí, que su nombre volase por las redes, que apareciese en el papel al día siguiente. Y lo logró. Señaló dos penaltis más que justos y, sobre todo, se le vio con ganas de compensar en la segunda acción. Es complicado imaginar que hubiera señalado el segundo si antes no hubiese existido el primero. Por el medio, la lesión de Peru, al que se le puso cara de Somma. Otro golpe que, entre tanto vaivén, metió el miedo en el cuerpo al deportivismo, aunque final la dolencia es menos grave de lo que se presagiaba. Queda un mundo y cada día el Dépor está más en el alambre.

Ficha técnica (Deportivo-Rayo, 3-3)Deportivo:

Dani Giménez; Bóveda, Peru Nolaskoain (Montero, m.89), Mujaid, Salva Ruiz (Christian Santos, m.46); Uche Agbo, Álex Bergantiños (Çolak, m.46); Keko Gontán (Hugo Vallejo, m.46), Aketxe, Mollejo; y Koné (Borja Valle, m.66).

Rayo Vallecano: Dimitrievski; Tito, Catena, Milic (Andrés Martín, m.46), Luna (Jonathan Montiel, m.90); De Frutos, Mario Suárez, Óscar Valentín, Óscar Trejo (Comesaña, m.53), Álvaro García (Isi Palazón, m.69); y Juan Villar (Qasmi, m.53).

Goles: 0-1, M.1: Juan Villar. 0-2, M.21: Juan Villar. 1-2, M.50: Christian Santos. 2-2, M.52: Mollejo. 3-2, M.90: Aketxe, de penalti. 3-3, M.92: Mario Suárez, de penalti.

Árbitro: Vicandi Garrido, del Comité Vasco. Amonestó a Mario Suárez (m.56), Andrés Martín (m.81) y Dimitrievski (m.87) del Rayo.

Incidencias: Partido de la trigésima cuarta jornada de LaLiga SmartBank disputado en el Estadio Abanca-Riazor a puerta cerrada. Se guardó un minuto de silencio por las víctimas de la COVID-19.