El mejor Dépor poscovid estuvo a punto de venirse de vacío de Tenerife tras someter al, en teoría, equipo más en forma del campeonato. Su falta de puntería y un penalti cincelado solo en la cabeza del colegiado le echaron dos paladas de tierra por encima del ataud. Pero en el descuento, otra vez en el descuento, Aketxe empaló un balón a la red con toda la rabia que acumulaba el deportivismo por una injusticia en el peor momento posible. El tanto rescata un punto, que es menos de lo que merecía y más de lo que tenía a pocos segundos del final. Más allá del botín, este Dépor es otro desde que juega con cinco atrás y Álex mandando en la cueva. Defiende mejor y ataca de otra forma. Todo colocación y confianza. Esa es la realidad. Y ese es su mejor aval en tiempos oscuros, los que vienen, en los que habrá que remar hasta el último partido. Este equipo sigue en la pelea y con la guardia más alta que nunca.

Esa buena disposición sobre el terreno de juego hace que Fernando Vázquez se mueva con más holgura en las rotaciones. Variaron los nombres de inicio, como siempre en el fútbol pospandemia, pero el equipo coruñés dio la cara, estuvo en el partido. Realmente, fue superior en muchas fases del encuentro. Su situación no deja de ser acuciada y todo el mundo está alerta, pero la confianza en lo que hace le estaba guiando sobre el césped del Heliodoro Rodríguez López.

Y eso que la racha del Tenerife infundía respeto. Ya cargó en el minuto 1 con un disparo al que esta vez sí puso una mano dura Dani Giménez. Los blanquiazules, ni muchos menos, se amilanaron. A los pocos segundos David Simón cabalgaba por la banda y lanzaba un latigazo que desviaba Ortolá a saque de esquina. La jugada del '2' no parecía tener mucho recorrido y, en realidad, no lo tuvo. Pero fue una especie de bofetón para los chicharreros. Un aviso de que el Dépor venía a pelear, a mirarle a los ojos y, si era posible, a ganar.

Cada equipo tuvo sus fases con más episodios de ataque estático para los locales y más espacios que conquistar para los visitantes. A los 24 minutos el duelo pareció pegar un volantazo. Dani Goméz ya estaba fuera lesionado y Uche Agbo tenía que ser también sustituido. Uno de los pilares de la reacción decía adiós al duelo, su lesión no pintaba nada bien y Fernando Vázquez decidía que lo sustituyese Borja Valle tras el experimento de hace unos días. El movimiento generaba incertidumbre y añadía inestabilidad al equipo. Esa era la teoría, porque la realidad es que el berciano cumplía con creces en el primer acto en una demarcación extraña para él. De hecho, estaba más perdido Gaku. Sin ocasiones, sin profundidad, el Dépor aguantaba el empate y ganaba tiempo. No era mal plan.

El primer acto y las buenas manera no habían sido casualidad, así lo demostró tras el paso por los vestuarios. El Tenerife estaba cortocircuitado. No era capaz de meterle mano a los coruñeses. No progresaba por banda ni tampoco por dentro ante un equipo blindado. El Dépor, en cambio, estaba suelto. Tocaba, salía con espacios, se descolgaba mientras progresaba con facilidad. La clave de todo era, de nuevo, la confianza y el buen posicionamiento porque el nivel no es bajo en el grupo. La consecuencia natural de este panorama es que las ocasiones se sucediesen para los blanquiazules. Mollejo, Sabin Merino y Bóveda rozaron el gol. El Dépor perdonaba, algo que no le suele pasar últimamente a este certero equipo.

Llegaron más cambios y el grupo de Vázquez se tomó un leve respiro. Dentro de su ofuscación general, el Tenerife quiso apretar. Centros al área, toque, toque y más toque. Intención más que daño. En cuanto el equipo coruñés colocó a Çolak sobre el césped y se juntó con Gaku, Aketxe y el resto de protagonistas el juego empezó a fluir como pocas veces esta temporada. El culmen a una sinfonía en ciernes lo pudo poner Christian Santos tras una soberbia jugada coral. El paradón de Ortolá fue descomunal. El Dépor seguía perdonando. Ay.

Y al final sobrevino la desgracia. La única manera en la que parecían poder ganar los locales era con una jugada aislada o un regalo el árbitro. Y llegó lo segundo. Es imperdonable que a un colegiado le pueda más el peso de la decisión ya tomada que un descenso para un equipo. El penalti es más que injusto. Inexistente. Sí, hay contacto, pero el fútbol es un Dépor de contacto. Mujaid no puede saltar sin brazos ni cortárselos, más cuando su rival acaba agachándose en la jugada. El cabreo de Fernando Vázquez era enorme, el de su afición estaba a la altura. El colegiado, enrocado en el rol de justiciero, empezó a sacar rojas al banquillo. A discreción.

La injusticia y el enfado eran tal que amenazaron con bloquear al Dépor en los pocos minutos que quedaban antes del pitido final. El Tenerife, cansado, pareció ocupar mejor el terreno de juego que en los compases previos. No se veía la luz al final del túnel. Pero apareció. Primero un aviso con una acción en el área de David Simón, ya adelantado, y después con esa segunda jugada que Aketxe acabó convirtiendo en el gol de la rabia. Otra vez en el descuento, otra vez salvándose por poco. Esta vez con más justicia que pegada. Quedan semanas que el deportivismo recordará toda la vida.

FICHA TÉCNICA (Tenerife-Deportivo, 1-1)

Tenerife: Ortolá; Luis Pérez, Lluis López, Sipcic, Alex Muñoz; Shaq Moore, Aitor Sanz, Milla, Álex Bermejo (Nahuel, m.57); Dani Gómez (Mierez, m.21) y Joselu (Undabarrena, m.84).

Deportivo: Dani Giménez; David Simón, Mujaid, Bóveda, Álex Bergantiños, Salva Ruiz; Hugo Vallejo (Aketxe, m.57), Gaku, Uche (Borja Valle, m.24), Mollejo (Emre Colak, m.69); y Sabin Merino (Christian Santos, m.69) .

Goles: 1-0, M.83: Luis Milla, de penalti. 1-1, M.91: Aketxe.

Árbitro: Miguel Ángel Ortiz Arias (Comité Madrileño). Expulsó al técnico visitante Fernando Vázquez por protestar (m.84). Amonestó al local Aitor Sanz (m.54) y al visitante Mujaid (m.81).

Incidencias: Partido de la trigésima séptima jornada de LaLiga SmartBank disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López sin espectadores.