Nada más despeñarse ayer en Riazor contra el Extremadura en el partido en el que debía dejar amarrada la permanencia, no estaba clara la magnitud del descalabro para el Deportivo. Faltaba conocer todavía de cuántas trayectorias sería la cornada en función de los resultados del resto de clubes inmersos en la pelea por la salvación, que tampoco ayudaron. Lo que estaba claro era que el conjunto de Fernando Vázquez se había llevado un revolcón dolorosísimo, de esos que dejan secuelas importantes, y en un momento crítico. Naufragó todo el equipo, con el técnico a la cabeza, y por extensión quizá el club, que ahora se agarra a un clavo ardiendo en forma de alineación indebida de un rival ya descendido que solo se jugaba la honra con un buen puñado de futbolistas no profesionales y que le sacó los colores al cuadro blanquiazul.

Lo de ayer en el estadio coruñés fue un ridículo de época, de esos que deja tocados a más de uno para los restos y quién sabe con qué consecuencias. La inmediata fue dejar escapar otra oportunidad de encarrilar la permanencia. Quizá era la mejor de las tres que le quedaban a los blanquiazules después de la derrota contra el Málaga. A Riazor llegaba un Extremadura con un billete reservado ya para la Segunda División B, plagado de bajas, con una convocatoria de circunstancias y que a los cuatro minutos ya iba por debajo en el marcador. Con todo y con eso fue más equipo que un Deportivo hecho un guiñapo, que jugó a no perder pese a ir ganando desde prácticamente el arranque y que terminó completamente desarbolado.

Solo cuando se vio por debajo en el marcador mostró algo de ambición el conjunto de Vázquez, prueba de que podía haber acorralado mucho antes a un Extremadura de circunstancias si se lo hubiera propuesto. No lo hizo, víctima de una mezcla de complacencia y confianza mal entendida que lo abocó a un final de locos del que salió trasquilado. Las culpas hay que repartirlas entre un entrenador al que le asoman los fantasmas de 2013, cuando no fue capaz de rematar la faena tras una remontada parecida a la de este curso, y unos jugadores a los que la responsabilidad parece pesarles demasiado.

La sensación que traslada la plantilla es que sin el paraguas de Vázquez, quien no tiene problema en asumir toda la presión cuando es necesario, se encuentra huérfana. En un partido que se le puso de cara casi al comienzo, el Dépor fue incapaz de llevar la iniciativa y, poco a poco, el Extremadura se fue adueñando del juego. No ayudó tampoco el planteamiento del técnico blanquiazul, que traslada la sensación de jugar siempre de la misma manera sea cual sea el rival.

Ayer mantuvo la defensa de cinco a pesar del gol madrugador de David Simón. El mensaje que envió fue conservador, de manera que el equipo fue reservón. Poco a poco, sus jugadores se fueron aculando sobre el área y el Extremadura empezó a combinar sin demasiada oposición. Los visitantes empezaron a probar con disparos desde la frontal y la percepción fue de falsa seguridad. Se encontraba cómodo el Deportivo en su complacencia, pero antes del descanso pudieron empatar los azulgranas con un remate de Nono dentro del área.

La tónica se mantuvo después del descanso, porque tampoco hubo un toque de corneta desde el banquillo, en este caso desde la grada porque Vázquez cumplió ayer el primero de los tres partidos de sanción que le impusieron por lo sucedido en el túnel de vestuarios de La Rosaleda. Salvo un par de contragolpes, el Deportivo apenas llevó peligro al área del Extremadura y entonces llegó un golpe que no resultó sorprendente.

Dani Giménez midió mal en un córner, dejó el balón muerto sobre la línea y Montero acabó introduciendo el balón en la portería cuando se disponía a hacerlo Fran Cruz.

Todo a partir de entonces fue un absoluto sinsentido por parte del Deportivo, que se lanzaría a la desesperada hacia la victoria completamente desordenado. El caos lo generó el propio Vázquez con cambios poco comprensibles. Primero retiró a Mujaid, su defensa más rápido al cruce y el más útil en el escenario que se le abrió al Deportivo tras el empate, para protegerlo de una posible sanción por acumulación de amonestaciones. Después buscó profundidad por las bandas y dejó muy expuesta a la defensa, sin jugadores rápidos para corregir. Con el equipo volcado, el exdeportivista Pinchi aprovechó una contra para adelantar al Extremadura.

No quedaba mucho margen, pero una buena jugada en la que Mollejo asistió a Christian Santos para poner el empate hizo pensar que todavía era posible amarrar la permanencia. Resulta que el equipo era por entonces un completo caos, Fernando Vázquez lo tenía que ver claro desde su posición en Tribuna Superior, con jugadores descolocados y lejos siempre de la pelota. Una pérdida de Aketxe que nadie corrigió desembocó en otra contra. El remate de Pinchi lo desvió hacia su propia portería Dani Giménez en su segundo error de bulto del día para confirmar un descalabro de época.