Quizás salvo para el Fuenlabrada y el Elche, y de rebote para el Zaragoza, el Girona y el Almería, el resultado del partido de ayer era lo de menos. El Deportivo-Fuenlabrada supuso un paripé, el estrambote perfecto para el esperpento que se comenzó a escribir el 20 de julio con la injusta decisión de suspender únicamente ese partido y no toda la jornada. A un lado, un equipo sin objetivos en el terreno de juego y con los jugadores en un intervalo de sus vacaciones porque LaLiga había acordado la "suspensión definitiva" del encuentro el 26 de julio, aunque reculase luego, en su huida hacia adelante costara lo que costara. Al otro lado, un conjunto con solo trece jugadores, al borde del partido nulo por disponer solo de siete futbolistas del primer equipo, lastrado por los efectos del brote de coronavirus que comenzó, recordemos, antes del primer intento de jugar en Riazor.

Este partido no debió jugarse nunca sin el resto de la jornada. A la decisión inicial de aplazar el Deportivo-Fuenlabrada, apresurada y sin informar de que el brote no se había detectado ese día, sino en los anteriores, le han seguido una concatenación de tozudeces de LaLiga. Es este organismo, con su presidente, Javier Tebas, a la cabeza, el responsable del sinsentido de las tres últimas semanas, que comenzó, recordemos, con el viaje de un equipo a una ciudad sin informar de que cuatro miembros se habían quedado en casa tras haber dado positivo en coronavirus.

La razón asiste al Deportivo. Frustrada su demanda de que toda la jornada se jugase en el mismo horario, la segunda bala de su reclamación, una liga de 24, sería el mal menor. Aunque, a día de hoy, parece que la salida más factible para defender sus derechos sea la tercera vía abierta: el descenso administrativo del Fuenlabrada por el expediente disciplinario abierto por la Federación.

El caso Fuenlabrada va más allá del fútbol, es un caso de injusticia deportiva y de irresponsabilidad sanitaria en la que se hace llamar la mejor liga del mundo y que ha acabado la temporada como la liga de la vergüenza. Si LaLiga insiste en negarse a hacer justicia, deben ser la Federación Española de Fútbol y el Consejo Superior de Deportes, del que nada se sabe en este sainete, quienes pongan orden.