El Deportivo acumuló muchos deméritos a lo largo de la temporada para irse a Segunda B, sobre todo en una primera vuelta desastrosa en la que entre Anquela, primero, y Luis César, después, solo fueron capaces de sumar 15 ridículos puntos. Justo a mitad de campeonato llegó Fernando Vázquez de la mano del nuevo consejo de administración, que le encomendó la difícil misión, casi imposible, de resucitar a un equipo por aquel entonces colista y prácticamente desahuciado. El técnico de Castrofeito se marcó como meta terminar la campaña con 50 puntos, históricamente suficientes para evitar las últimas cuatro plazas. No solo consiguió esa marca, sino que la acabó mejorando para finalizar con 51, un registro que por primera vez no alcanzó para salvarse. La segunda vuelta completada por el Deportivo con Vázquez fue más que notable. 36 puntos, un gran botín, solo igualado por el Tenerife. Ningún equipo sumó más que el coruñés y el chicharrero desde el ecuador liguero.

Aun así, y a falta de que la justicia pueda todavía reparar las consecuencias de la adulteración de la competición que supuso la ruptura del horario unificado en la última jornada, al Dépor no le bastó con completar una segunda vuelta de ascenso directo y acabó cuarto por la cola, empatado a 51 puntos con la Ponferradina, que se salvó gracias al golaveraje particular favorable.

El lastre de las 19 jornadas que se pasó sin ganar el equipo coruñés fue todo un hándicap para la segunda vuelta. Se estrenó superando in extremis al Oviedo (3-2) y luego no volvió a celebrar una victoria, también apurada, hasta la jornada 21, cuando un cabezazo de Peru Nolaskoain sirvió para tumbar sobre la bocina al Tenerife (2-1). 15 puntos de 63 posibles, con 17 tantos a favor y 35 en contra, el más goleado de la categoría.

Números sonrojantes, de equipo calamitoso. Hundido en el farolillo rojo, siete puntos por debajo de la zona de salvación, acabó el año condenado a un descenso casi seguro pero los profundos cambios a todos los niveles -en los despachos, en el banquillo y también en la plantilla- desencadenaron una reacción contundente y duradera. Seis victorias consecutivas enlazó el Dépor desde la llegada de Fernando Vázquez, un fuerte impulso para escapar momentáneamente del pozo. Luego llegó un bache de cuatro jornadas sin ganar que devolvieron al Dépor a los puestos de descenso justo antes del paréntesis liguero por la pandemia.

Tras la reanudación el Dépor logró cuatro empates y tres victorias que le dejaron a las puertas del objetivo a falta de las últimas cuatro jornadas, pero el equipo se bloqueó al ver la orilla tan cerca y ofreció su peor imagen ante Málaga, Extremadura y Mirandés. Tres derrotas injustificables después de haber remado durante tanto tiempo, que le hicieron plantarse en la última jornada sin depender de sí mismo. Luego llegó el esperpento, con el aplazamiento solo del Dépor-Fuenlabrada y la disputa de todos los demás encuentros. Desenlace adulterado con epílogo bochornoso: el paripé del viernes pasado en Riazor.

No le dejaron pelear en el campo por su objetivo de la salvación, pero aun así el equipo coruñés derrochó amor propio, orgullo, profesionalidad y rabia para remontar y dejar al Fuenlabrada sin play off. Baja, de momento, con 51 puntos, una marca con la que nadie había descendido antes. Destino cruel para el Deportivo, igual que en 2011, cuando cayó de Primera a Segunda División con 43 puntos, hasta entonces siempre suficientes para sellar la permanencia en la élite.