Una presea que marca el camino. El 5 de septiembre se cumplen cien años de la consecución de la primera medalla olímpica que se pudo colgar un coruñés del pecho. Ex jugador del Fabril, gloria posterior del Dépor y jugador entonces del Vigo, Ramón González (A Coruña, 1898) se enteraba con un pie aún en la cama de un hospital belga de que sus compañeros acababan de doblegar a los Países Bajos y que se hacían con la medalla de plata de la cita de Amberes 1920. Era una selección recién nacida, la que engendró la llamada Furia Furiagracias a la tantas veces mentada jugada de Belauste y Sabino ante Suecia. Un combinado que daba los últimos pasos de un camino un tanto rocambolesco, que explica, en gran medida, las abismales diferencias que existían con el balompié de hoy. Eran tiempos de futbolistas amateurs o, al menos, de profesionales marrones, de juergas hasta el amanecer entre partido y partido, y también de equipos nacionales que dormían en barracones.

Ramón no pudo jugar ni un minuto. Ya partió con fiebre en el tren que llevó a la expedición de 21 futbolistas desde Irún a tierras belgas, pero el seleccionador Paco Bru y el jefe de la comitiva, el animoso ferrolano Luis Argüello, prefirieron subirlo al convoy y que se recuperase por el camino o en Bélgica antes que dejarlo unos días en un centro médico de San Sebastián y que, tras obtener el alta, se volviese para Galicia. No existía esa conciencia de oportunidad única que suponen hoy unos Juegos Olímpicos. "Dicen que prácticamente ni conoció el estadio", cuenta Alejandro González, uno de sus nietos, que aún tienen en su poder la presea de plata que se trajo de Amberes y la reducida maleta con la que viajó a la cita.

Maleta con la que Ramón González viajó a Amberes. | Cidade da Cultura

"Cuando fui, iba enfermo e incapaz, por tanto, de responder a un encuentro de aquella importancia", relató con cierto resquemor el propio Ramón en 1926 en una entrevista a la publicación El Balón, ya cuando era jugador del Dépor, el club de su vida, del que también fue directivo y habitual de la grada hasta sus últimos días, en 1977. "Con grandes precauciones me preparé, eché el resto, me seleccionaron y fui a Amberes en sleeping a presenciar los encuentros después de pasarme ocho días en el hospital", explicó.

Su ausencia no fue algo menor para el seleccionador. De hecho, el madrileño Bru echó de menos algo de refresco ofensivo en la cita belga y añoró en particular a Ramón, que en la preselección par tía como uno de los fijos junto al imperial Luis Otero, de la cuota gallega, impulsada por Manuel de Castro Hándicap. El periodista de Faro de Vigo, fundador del Celta y personalidad en balompié gallego y nacional, formó parte de la expedición que fue a Bélgica, donde se le pudo ver hasta de linier en algún partido en los momentos que no tomaba notas para su libro. Ramón y Otero eran seguros en la relación final, a pesar de las presiones que había para que la selección se cimentase solo en vascos. Se les sumaron Joaquín Vázquez y Moncho Gil. Todos con raíces en el fútbol gallego, solo el último no vistió la camiseta del Dépor, un equipo con una huella profunda en este combinado. Hasta pudo haber un quinto y un sexto elemento del balompié del noroeste, ya que el defensa Moncho Encinas, posteriormente histórico entrenador de Valencia y Sevilla y uno de los primeros estudiosos del fútbol inglés, no consiguió permiso en su trabajo. Iba a ser el jugador número 22, se quedó en el apeadero. Pedro Pinilla, deportivista, también se cayó en el último corte. Catorce euskaldunes, tres catalanes, tres gallegos y un extremeño. Así quedó configurado un plantel que vivió una alambicada gestación y un duro casting previo.

Desfile inaugural de Amberes en el momento en el que sale al estadio España. | C. M.

Tras varias asambleas, muchas cartas en los periódicos, sudores por la financiación para viajar y cambios en las listas de seleccionados (el coruñés Pepe Torres fue dado como fijo en la primera), a la selección se le pudo ver por primera vez sobre un terreno de juego el 11 de julio de 1920 en el campo de Coia.

Galicia, sustento

Por empeño de Hándicap, Galicia se convirtió en capital en la preparación de la cita de Amberes. Vigo fue el primer campo base de los hombres de Paco Bru antes de viajar al País Vasco y, durante todo el trabajo previo, ofreció elementos alternativos entre los meritorios de su fútbol.

Aquel 11 de julio y dos días más tarde España se enfrentó por partida doble a un combinado de jugadores gallegos que aspiraban a rascar algunas de las plazas en el aire para Amberes, entre ellos estaba otro coruñés, Paco González. Fue un duelo entre Probables Probablesy Posibles Posiblescomo apareció publicitado en la prensa y en el que en el grupo de los primeros ya estaba el grueso de futbolistas, con Zamora a la cabeza, que acabarían yendo a Bélgica. En el segundo se podía encontrar, sobre todo, futbolistas del Fortuna y del Vigo, los equipos que engendrarían al Celta.

Orla con el equipo tipo español en Amberes. | C. M.

Uno de los pocos que escapaba al predominio del sur de Galicia era Joaquín Vázquez, sin duda la estrella de la doble cita viguesa ganada por los Posibles, más hambrientos, al hacer cuatro goles. Extremeño y criado en Irún, era zapatero. También jugaba al fútbol a un gran nivel. Sus primeros pasos los dio en el balompié vasco. Años más tarde, fue destinado a Ferrol para hacer el servicio militar y allí encontró acomodo en el Racing. En ese tiempo jugó algunos amistosos con el Dépor y el equipo de Riazor acabó captándole. Aún hoy en día genera controversia en historiadores del fútbol gallego si cuando disputó la cita belga era verde o blanquiazul. Él mismo ofreció pistas en una entrevista al semanario AS, que fue recogida por Félix Martialay en su libro Amberes, allí nació la furia española.Amberes, allí nació la furia española "Yo iba a Vigo a jugar el partido ( Probables contra Probables Posibles) y me acompañaba, Maximino Fernández Gago, (directivo del Deportivo), al que al parar en alguna estación le preguntaban: '¿Va a jugar Vázquez? Si nos va a poner en ridículo", contextualiza enrabietado antes de relatar otra anécdota parecida en una barbería de Vigo y de detallar una reacción sobre el césped que le valió un puesto en Bélgica: "Al acabar el primer tiempo el doctor Gago me dijo 'haz juego personal y métele un tanto a Zamora' y lo hice. Aún recuerdo los gritos de la gente (en el campo): '¡A Amberes! ¡A Amberes con ese!". Vázquez acabaría siendo el máximo goleador de los amistosos previos. La selección española, tras abandonar Galicia, jugó cuatro partidos más de preparación en tierras vascas con apoyo de jugadores de la zona antes de partir para Amberes.

Unas semanas históricas

La expedición llegó el 12 de agosto y fueron alojados en las antiguas escuelas de la calle Albert, que durante la guerra habían servido de cuartel. Camas plegables, espacios diáfanos y sin taquillas para guardar la ropa. A la mañana siguiente, el desayuno le pareció escaso a los 21 internacionales y estalló un motín. Así lo contaba Luis Otero, 28 años después en la prensa coruñesa. "Fue una de las giras mejor desorganizadas que recuerdo", adelantaba en tono jocoso. "Al ver los barracones de la villa y, como había poca disciplina en el grupo, cada uno tiró por su lado (diferentes hoteles de la ciudad). Las dietas asignadas no llegaron a nada y, dos días antes del primer partido, hubo un plante colectivo exigiendo 50 francos diarios. Se negaron y preparamos las maletas para volver sin jugar". El ok desde Madrid a sus reivindicaciones llegó con "el tiempo justo" para disputar finalmente el primer partido ante Dinamarca.

Vivían por separado, se juntaban para entrenarse, comer, disfrutar de la noche tras cada partido y jugar al fútbol. Y funcionaba. Lo contaba Otero, pontevedrés, uno de los grandes centrales de la península del primer tercio del siglo XX. Luis jugó dos de aquellos cinco duelos en Bélgica, ante Dinamarca y ante Italia, y no lo hizo más porque cada partido dejaba secuelas en cuerpos forjados, pero no inmunes a las magulladuras. El Divino, que se benefició de sus prestaciones en aquella cita, defendió años más adelante en sus memorias que Otero era "único" por "colocación", por su "juego de cabeza. Su escuela no podía tener imitadores". Entonces, era del Vigo y su familia regentaba un colmado en la urbe olívica. Al igual que Ramón, se vino al Dépor tras el nacimiento del Celta y jugó en Riazor hasta 1930. Siguió, tras su retirada, siendo polo de atracción para el deportivismo y para el fútbol de la ciudad detrás de la barra del famoso bar Derby o bar Otero, de la calle de los Olmos.

Primer anuncio de la historia aparecido en prensa sobre un amistoso de la selección española de fútbol a celebrar en el campo de Coia. Lo publicaba el 'Faro de Vigo' el 11 de julio de 1920 | FDV

Antes de que dejase huella en A Coruña lo hizo en campos belgas. Desde el 28 de agosto al 5 de septiembre fueron cayendo Dinamarca (1-0), Suecia (2-1), Italia (2-0) y Holanda (3-1), solo se resistió la anfitriona Bélgica (1-3). Vivió de todo Otero en su carrera, pero para él nada como aquellos partidos con la selección y sobre todo, uno en concreto. "Imposible que pueda superarse la emoción que me invadió cuando sonó la pitada que ponía fin al match con el formidable equipo danés" , aseguraba en 1931 en una entrevista al diario madrileño Ahora.Ahora Fue el primer partido de aquella fase final, donde la selección levantó la mano para pedir protagonismo y empezar a forjar la plata. Otero y Vázquez (un partido, frente a Bélgica) lo vivieron en primera persona, en segundo plano el coruñés Ramón, a pesar de que estaba llamado a ser imprescindible.

Aquel 5 de septiembre de 1920 hicieron historia siendo protagonistas de un equipo con una profunda huella blanquiazul. A todos les acompañó el resto de sus vidas la coletilla "héroes de Amberes". Se convirtieron en auténticas celebridades, hasta en reclamos publicitarios. Una de las marcas que más tocaba a sus puertas era Vinos. Luis Otero fue su imagen, también buscaron la atención de sus clientes con Ramón. "Por qué logró tantas glorias conduciendo al Deportivo / a resonantes victorias gracias a su Aperitivo / hoy se suma con verdad al acto que al gran Ramón / se rinde en esta ciudad el gran tónico Deportivo Aperitivo Ramón Sansón", se puede leer hoy en una octavilla conservada por su familia de un acto de 1924, reproducida por la imprenta Moret. Todo por una medalla de hace un siglo, la que hizo más transitable la senda.

Coplilla publicitaria dedicada a Ramón González | A. G.