Se ha movido Fernando Vázquez en sus dos etapas en A Coruña con comodidad y un acierto asombroso en la resistencia, los imposibles y los blindajes. Esperar y golpear, revivir. Su hábitat. En situaciones así ha encajado como nadie en el grupo y en el entorno. Líder, también emocional, equilibrador de grupos. Sus equipos han acabado saliendo a la superficie con la fuerza del que es empujado hacia abajo contra el agua. Disparado. Flotar y dar brazadas hacia tierra ya le ha costado más. Así construyó un ascenso cargado de mérito y acarició dos salvaciones, que esconden también algunas de las asignaturas pendientes. Dudó para ganar en Valladolid, no supo llegar al grupo para doblegar a un Extremadura de niños. Se las ha ingeniado durante todo este tiempo para derribar la puerta cuando nadie le esperaba, pero no ha sido rotundo ni se ha mostrado certero y entero cuando se la encontrado entreabierta y ha tenido que dar un paso al frente. En el tránsito del grupo reactivo al proactivo ha titubeado en la pisada, se ha ofuscado, y justo es ese el contexto que le espera esta temporada. Todo miran al Dépor, todos esperan al Dépor, todos aguardan a que el Dépor proponga, cree, venza y avasalle. Una lupa enorme, un peso desgastante. Un escenario que exige un plan madurado, a prueba de turbulencias.

Y el primer partido ha mostrado parte de esa carga y, sobre todo, de esa sensación de indefinición que transmitió el equipo en pretemporada. Sin hoja de ruta, no fluye en ataque. Es la hora de proponer, de ir a por el partido, de cansarse de ganar. Y, de momento, no está listo. ¿Lo llegará a estar o se dedicará a sobrevivir todo el año apoyado en sus dos magníficos centrales? Vázquez ha pedido una tregua de un mes para que algunos de los protagonistas de su apuesta se pongan en forma. Esa puesta a punto ayudará, sin duda. Pero esa súplica no deja de acentuar esa idea hasta cierto punto nociva de construir al equipo a partir de las individualidades. Solo un grupo trabajado y de piezas intercambiables dará consistencia y librará al Dépor de las eventualidades, no los nombres. Es un peligroso punto de apoyo para la reconstrucción. Así, lució más ante el Salamanca el justo estado de forma de Uche, Borges o Miku. Así, Lara y Nacho estuvieron perdidos en ese juego interior que parece un código por desencriptar. Sólo le salvaron en la creación Keko, siempre Keko, por dentro y por fuera, y los chispazos de un Borja Galán que se apagó en cuanto le cambiaron de banda y le obligaron a atacar a pierna natural. Deficitaria de momento la arquitectura de equipo, mejorables las decisiones puntuales. Fernando está ante un año definitorio.

La gestión del rol y de las funciones de varios jugadores de este Dépor ejemplifican las dudas del técnico sobre cómo colocar sus piezas para confeccionar un todo. Pocos casos muestran con mayor claridad ese titubeo que el de Yago Gandoy. Es un mediocentro creativo, incluso ancla y Vázquez lo considera útil, todavía no sabe muy bien dónde. Lo sería en su posición natural y mantiene esa opción en la recámara, dadas sus cualidades, pero se considera servido con el trío Álex-Borges-Uche en la base de la jugada. Esa múltiple oferta ha llevado al pivote de O Castrillón a la banda. A una y a otra. Su técnico aduce que ganará en versatilidad, en matices para su fútbol. Puede acabar consiguiéndolo, nadie lo duda. Su zurda sirvió de manera exquisita el balón del triunfo a Bóveda. Su influencia en el juego pudo ser mayor. Con las dudas de Álex y Borges en la salida, el Dépor ni sacaba la pelota limpia y ni le soltaba amarras al tico para que hiciese daño llegando. A medias. ¿Necesitaba a ambos ante un Salamanca que se mostró mejor colocado y cómodo con el balón, pero que no fue a por el partido? Un poco de la creatividad de Yago, en su zona, bajo sus códigos y cualidades, podría haber desatascado al Dépor. Su primera aportación al juego ya fue un fogonazo en un equipo oscuro y asfixiado. Ese pase en profundidad por la banda derecha se reveló como un trago de agua fresca para un Riazor sediento. Exigirle sí, marearlo o diluirlo no.

Voto de confianza ganado

El Dépor Abanca tiene algo menos de un lustro de vida y, más allá de algún revés inicial ante el Oviedo Moderno, ha vivido instalado en una luna de miel continua desde su creación. Su irrupción en la Primera Iberdrola hace un año fue histórica, demoledora. Todo lo que hace meses salía bien y era redondo, ahora se le atraviesa. Estas tres derrotas, todas en duelos en los que ha competido y ha tenido opciones, le acercan a su verdadera realidad en la élite. Por presupuesto e inversión. A Coruña y el deportivismo se han enganchado a un equipo que lo merece por fútbol y por entrega al proyecto. Ahora que vienen los tiempos áridos, justo en un cambio de ciclo, es el momento de demostrar la verdadera confianza en Manu Sánchez y su grupo, la que llega en la derrota, la que llega por la confianza en lo que han hecho y en lo que aún les queda por conquistar. En nada volverán las victorias, renacerán.