Esta vez no medió un tanto en el descuento que maquillara la mala actuación de un Deportivo que todavía está lejos de ser un equipo competitivo. Con lo que enseña no le llega para imponerse a un rival como el Compostela, un recién ascendido que sin embargo logró igualar la tremenda diferencia que le separa de los blanquiazules con orden y una partitura común.

Ninguna de esas dos virtudes las tiene el Dépor, un conjunto con muy pocas certezas en este arranque de la competición después de ensayar durante toda la pretemporada unos planteamientos opuestos a los que ahora propone.

La impresión es la de un barullo colectivo que impide incluso que aflore la mejor versión de unos jugadores supuestamente por encima del nivel de la categoría. En esas circunstancias en las que el Deportivo es incapaz de ajustar la presión, solo destacan Mujaid y Granero, sobrados para sostener defensivamente a un equipo que sin embargo por delante apenas tiene nada que ofrecer.

En la elaboración de las jugadas no se encuentra un patrón si como ayer, al igual que ocurrió en la jornada inaugural contra el Salamanca, el rival te cede 30 metros hasta llegar al centro del campo. Es Álex Bergantiños quien se encarga de iniciar el juego, con Borges muy alejado de él y Nacho González incapaz de aparecer entre líneas para conectar. Apenas hay velocidad en la circulación y el juego del equipo se vuelve plano y ramplón como pudo comprobarse ayer en el estadio Vero Boquete.

Es así como afloran las dudas en cuanto a si lo que propone el Deportivo es realmente lo que pretende o si lo que tiene en la plantilla se adapta a aquello que busca su entrenador. El equipo se vuelve un misterio complicado de descifrar mientras se va dejando puntos con una imagen que le perjudica y que va añadiendo presión en una temporada ya de por sí cargada de ella.