Con el traje manchado de bajar al barro y algún sobresalto, pero sale vivo el Dépor de una de las mil emboscadas que se encontrará esta temporada. Tres puntos que le dan aire a todos los niveles, que le colocan en la zona alta y que llegaron tras un cursillo expré de adaptación a la Segunda B. Unionistas le planteó un duelo de pocos espacios, de botes de balón irregulares, de mucha transición y balón volando de banda a banda y hacia el área. Y el equipo de Fernando Vázquez supo hacerle frente, aunque no llevar el duelo a su terreno. El golazo de Héctor Hernández despejó el camino y fue el mejor refuerzo. Pero para llegar a la orilla aún faltaban otros 89 minutos en los que el conjunto coruñés no se liberó de cierto sufrimiento porque no fue capaz de imponerse y de dormir el partido a través del toque o de golpear de nuevo para sentenciar. Un envite de ida y vuelta que pudo ser un suicidio. No lo fue.

El Dépor entendió en los primeros minutos que no hay nada mejor que adaptarse a su nueva realidad con un buen zarpazo. No hay césped de hierba artificial que resista un zurdado de tal calibre. Era el primer minuto como blanquiazul del lateral en partido oficial. Demoledor. 0-1. El meta Serna acabó irremediablemente vencido en su estirada ante el latigazo que encontró la escuadra. Pocos antídotos mejores para elevar al Dépor y para ahuyentar fantasmas e incomodidades que ese tanto, pero nada evitó que los blanquiazules tuviesen que fajarse en los minutos sucesivos. Fernando Vázquez había sido conservador en su apuesta de inicio. Cambiaban los reglamentarios laterales por las lesiones y reservaba a un Borja Granero que llegaba entre algodones. De momento, ni Michu ni Uche saltaban a escena. Pronto el nigeriano sería requerido.

La lesión de Derick Osede frenó el impetú del equipo local, agarrado a las transiciones y el fútbol directo. Casi marca en una acción de vértigo, pero un fuera de juego invalidó el vertiginoso movimiento. El central salía del terreno de juego y los gestos no presagian nada nuevo. Era el momento de Uche y de tomar la decisión de retrasar a Álex a la zaga ante la falta de efectivos y los problemas físicos. La entrada del pivote africano, más allá de los minutos que necesitó para subirse a un tren en marcha, sentó bien a su equipo. Le dio músculo y pausa. Era prácticamente imposible tocar por la falta de espacios y los botes extraños, pero el equipo coruñés le bajó la velocidad al choque y empezó a entregarle la pelota a Keko Gontán, lo mejor que le puede pasar en casi en cualquier escenario a este equipo.

El madrileño fue el más entonado y el que mejor volvió a entender el duelo, no así Lara y Nacho. Suyos fueron los centros, las mejores acciones, las combinaciones en banda con Valín para progresar por ese flanco. El Dépor estaba más asentado y salía mejor desde atrás dentro de las circunstancias. Arriba era inofensivo, al igual que su rival. Solo hubo un verdadero susto para los blanquiazules en el primer acto. El colegiado decidió no señalar una falta sobre Mujaid y habilitó una recuperación y una contra de vértigo. La mano de Carlos Abad evitó el 1-1 del exdeportivista Álex Rey. Respiraba, llegaba indemne al descanso.

Unionistas vio que el Dépor no era tan infranqueable como debía y quiso buscar vetas en su entramado defensivo tras el paso por vestuarios. Empujó y empujó y en alguna ocasión pudo acabar embocando. Hoy se libraron los coruñeses. Su vía principal de acceso era la banda derecha. Los locales se afanaban en avanzar, metro a metro, casi como en un partido de rugby. Había velocidad, mccha velocidad y la precisión justa. Se notaba una predilección clara por las transiciones, los centros al área y los cambios de orientación. El objetivo era marcar y, sobre todo, no dar respiro a un Dépor que bajó esta tarde al fango. Muchos despejes, disputas, cabezazos achicando. Un panorama no muy colorista, más que factible en la mayoría de campos de esta Segunda B.

Así fue ganando tiempo y aire el Dépor hasta que, pasado el ecuador del segundo acto, vio con un poco más de claridad la portería rival. Unionistas estaba más cansado, seguía volcándose fiando todo a Aythami, pero ya empezaban a aflorar los espacios. Keko Gontán cogió de nuevo el mando y generó por la banda derecha, por el centro. Solo le faltó un punto de acierto propio y, sobre todo, ajeno en las acciones decisivas. Así, le entregó un gol a Lara que el sevillano malogró con todo a favor. Y no solo él se animó. Héctor Hernández, tras cumplir en ataque en la primera acción del partido y en defensa durante todo el encuentro, se animó en el ocaso del envite a colocar centros al área. Casi marca el desaparecido Beauvue de cabeza. El Dépor ni templaba ni marcaba y el panorama del duelo y la cercanía del final le abocaban a sufrir.

Los últimos minutos fueron más de un ahogo mental que real, aunque Carlos Abad tampoco estuvo precisamente inédito. El balón se paseaba por el área, de banda a banda, llegaba algún sobresalto... Un poco de pausa y toque en la media hubiera sido terapéutico para el Dépor en ese tramo final. Ni la entrada de Gandoy le ayudó en ese sentido. Tampoco estuvo certero en varias contras. Se condenó a un contexto final de ida y vuelta en el que pudo acabar pagando. Al final, golpeó, resistió y ganó. Tarde feliz.