Nunca habría imaginado Álex Bergantiños haber jugado tanto en el Deportivo. No por deseo, ni por disponibilidad, sino por cierta modestia, por historia reciente, por las reminiscencias de ese listón a 2.40 del que siempre hablaba Lendoiro en la época dorada cuando se le preguntaba por qué no se asomaban más canteranos al vestuario principal de Abegondo. Mucho menos habría soñado haber tenido tal trascendencia y longevidad en la historia blanquiazul. 2011. El DNI apretaba, se le pasaba el arroz, y ya había empezado ese peregrinar traicionero que obliga a sudar cada categoría escalada. Jerez, Granada, Tarragona. Pero llegó su momento y tuvo tiempo para todo, sobre todo para estar disponible siempre que el Dépor lo requiriese. Esa es la mejor definición de lealtad. Fuese la categoría que fuese, fuese el rol que fuese y si había que hacer la maleta para estorbar lo menos posible, él era el primero que se afanaba en juntar rápido cuatro prendas para tener listo el petate cuanto antes.

Pasará el tiempo, se retirará y será recordado por los deportivistas de verdad y solera, no como una de las estrellas de la época dorada, sino como uno de esos jugadores de otro tiempo, de la casa, fieles, imperturbables. Como Belló o Luis El Chato, a los que no les importó nunca la categoría. O como Loureda, un ejemplo de longevidad y resiliencia al entorno, un coruñés que nunca se fue de Riazor y que lo sentía más que nadie. Agradecimiento más que idolatría. Uno de los nuestros. Álex, un futbolista de otro tiempo, unos valores de otro tiempo. Por fidelidad, por adaptabilidad, por saber estar, hasta por seguir en pie cuando todo se tambaleaba y azotaban las peores tempestades.

Y ahí está ese faro de la Sagrada fajándose con los delanteros de Segunda B, como ya hacía con el Fabril hace quince años. Y se emplea con la misma concentración, intensidad y sentido del deber con el que acometía esos golpes noqueadores al Barcelona de Messi. Ya tiene 35 años y, aunque solo se irá si no suma o no es bienvenido, toca afrontar y repensar cómo deben ser los últimos años de su carrera, en todos los sentidos. Por él, por el Dépor. Por el presente, por el futuro. Por cerrar con justicia su primera vida como blanquiazul para arrancar limpio, recolocado e impulsado la segunda. Ya sea en la plaza de Pontevedra o en Abegondo.

Fernando Vázquez se deshizo en elogios hacia él cuando se dispuso a enjuiciar el Unionistas-Deportivo. No le faltaba razón. Alababa su capacidad táctica, esa inteligencia para, a pesar de jugar fuera de sitio, utilizar cuerpo y recursos de una manera eficiente y mantener bajo control a futbolistas que le ganaban en centímetros. A raya. Álex volvía a bajar a la cueva, esta vez en defensa de cuatro, no de cinco. Y pasaba la prueba. Y lucía en ese contexto de espacios, esfuerzos y aportaciones medidas. En un Dépor más compacto, mejor armado, se mostró lustroso al corte, mejor que a campo abierto. Apareció también contundente en la marca, economizando y apoyando en la salida de balón, no siendo el eje único de la misma. Pequeñas correcciones que le elevan y que le pueden dar una segunda vida. No sería el primero ni será el último que retrasa su posición para ganar años, confortabilidad y competitividad en el ocaso de su carrera. Los deportivistas con un número de socio bajo, casi sin decenas, aún recuerdan a Zubieta y esas temporadas de propina que le regaló al Riazor de los arcos olímpicos.

Y no solo por condiciones, también por oportunidades. Su candidatura a zaguero habitual ya fue contemplada por la secretaría técnica cuando se afrontó la planificación. La lesión de Derik y las molestias de Borja Granero han convertido un hipotético futuro en un hoy muy real. Son, simplemente, más resquicios por los que colarse. Cualquiera sabe que todos los futbolistas harán falta en este vía crucis de regreso a Segunda, pero Uche viene apretando fuerte y el ex del Extremadura fue una de las grandes apuestas para la retaguardia. Dos jugadores por encima de la categoría, dos jugadores imprescindibles en el once titular. Muchos nombres para pocos puestos, justo los problemas que puede y debe permitirse un equipo que aspira a todo y con las urgencias que tiene el Dépor.

La soledad de Keko

A la espera de la llegada de Uche al once y que Borges se asemeje en cierta medida al futbolista que fue, Keko aparece en los últimos metros como el único jugador diferencial. Todavía le falta un punto de finura, también el gol. Aun así, está por encima de la categoría, de quien le acompaña. Beauvue, sin servicios y acompañante arriba, aparece desconectado, y Lara y Nacho están a años luz de lo que se requiere de ellos. ¿Se les estará acabando el tiempo a los tres? Miku, Yago Gandoy y Borja Galán llaman a la puerta.