Casi sin que le dé el viento en la cara y con el motor al ralentí, el Dépor ha llegado líder al parón. No se ha librado de gestos torcidos de su hinchada, de esa insuficiencia ofensiva que rodea a su juego. Pero vence y vence, nunca pierde. Nadie mejora sus números. Resuelve por la mínima. Convierte todo en un KO técnico por superioridad individual. Y lo mejor debería estar por llegar para un equipo con un infinito margen de mejora que tampoco ha catado a los rivales más potentes, los que le pueden arrebatar esa realidad prestada, esa placidez engañosa en la que vive. Mientras se topa con ese momento de exigencia acorde a sus objetivos, gana tiempo y puntos. Y, en plena encrucijada, debe elegir qué camino tomar, qué equipo quiere ser, quiénes son sus líderes ofensivos. El parón es un buen momento para la reflexión y las decisiones.

Fernando Vázquez ya tiene gran parte de su columna vertebral, asentada en Carlos Abad, Mujaid y Uche. Los dos últimos son jugadores incontestables para la categoría. Le queda por dilucidar quién es su líder en ataque entre un catálogo de futbolistas ya no tan rotundo. Sin juego interior y plan de ataque, la mejoría individual del frente ofensivo y una recobrada soltura e inspiración deberían aparecer como salvavidas en el horizonte. Sin que la estructura del equipo les ayude en exceso, Beauvue y Nacho están lejos de ser soluciones y a Lara le salvó el gol en el descuento. El técnico de Castrofeito sabe que ha llegado el momento de agitar el árbol en esa zona, ya lo reconoció tácitamente en una de sus últimas comparecencias. Gandoy y Miku son los aspirantes. ¿Se atreverá ya con el 4-4-2?

Y no es solo una cuestión de nombres. Vázquez arrancó la pretemporada con la idea de mostrar un equipo fuerte en la presión arriba y con dos estiletes en ataque. De momento, juega con uno y cada día se le percibe al grupo más cómodo defendiendo en repliegue, en torno a su área. Se descompensa al adelantar líneas. Los espacios en los costados del pivote son amplios, ahí le hizo daño el Coruxo. Aunque, de momento y en cierta medida, le da igual porque en el área propia tiene colosos que solventan las contingencias y sus rivales acaban exhaustos y cediendo. La duda es qué pasará cuándo se enfrente a contrincantes con más recursos o con delanteros certeros. ¿Le llegará? ¿Le habrá dado tiempo a crecer y ofrecer otros valores en su apuesta? De entrada, no estaría de más que Fernando y sus hombres decidiesen qué equipo desean ser o se pueden permitir. Es un buen comienzo.

Aunque muchos entrenadores no lo crean, el fútbol tiene mucho de pedagogía. Cuanto mejor entienda el aficionado a sus jugadores, a su equipo, más cerca se sentirá de él, más comprensivo será ante los reveses. Un discurso. Construir barreras o fortines nunca fue un buen negocio cuando hay dudas en torno a su rendimiento, a si será capaz de alcanzar sus objetivos o incluso a si el propio club va en el rumbo adecuado. Fernando Vázquez siempre lo captó a la perfección, sobre todo en la vertiente emocional. Habla y habla con sus aficionados, se maneja como pocos en ese terreno. En sus gestos y en sus ruedas de prensa, no para de comunicarse. La grada nota un diálogo fluido que con él siempre ha existido y que nunca debería perderse. En ese sentido, resulta extraño que, siempre desde el respeto y el tono comedido, haya regateado analizar a su equipo, sus virtudes y sus defectos, tras el partido del Coruxo. Es una manera de explicarle al seguidor por qué no termina de gustarle lo que ve, por qué debe tener paciencia y seguir esperando. Los puntos son una magnífica carta de presentación, no siempre llegan. Una sincera charla de tú a tú con el amplificador de los micrófonos es un empujón que nunca se debe desdeñar.

Indefinición Rolan

Rolan saltará hoy de nuevo al césped de Abegondo. Solo el futuro desvelará si el accidente de su permanencia acabará siendo crucial esta temporada. Nada quita que verlo de nuevo en A Coruña es un fracaso en sí por no haberlo colocado, por el hecho de que haya llegado a noviembre con un puñado de entrenamientos en grupo en los últimos ocho meses. En nada volverá a desatarse la rumorología en torno a su salida, pero debe acabar ya la indefinición que le rodea. Un futbolista que cobra lo que cobra y que tiene el nivel que tiene no puede ser un apéndice en el Dépor, no puede tener la sensación de estar continuamente de paso. Su integración empieza desde lo mental y desde los gestos, su calidad hará el resto.